La reforma laboral que el Gobierno Nacional, que todos reconocen pero que nadie quiere poner sobre la mesa. El respaldo electoral le dio a Macri, una de sus principales ideas de dividir la CGT, los gremios, y avanzar sobre la reducción de los costos laborales.
Mauricio Macri procura imponer el tema indirectamente, a través de las críticas cada vez más fuertes a la cúpula de la CGT. Acusa a los sindicalistas de defender un modelo relacionado con una economía de hace 50 o incluso 100 años, pero que no tiene nada que ver con la actual. Pero la resistencia es grande. El propio ministro de Trabajo, Jorge Triaca, tuvo que salir a aclarar que la reforma laboral aprobada hace pocas semanas en Brasil «no es un espejo» para la Argentina. Y también se niega una vuelta al modelo de flexibilización de la década de 1990. Pero tampoco se explicita cuál sería el plan.
Ya hace un par de meses, ante una auditorio repleto de hombres de negocios, Macri había despotricado por la «industria del juicio», en referencia a las demandas laborales que han llegado incluso a liquidar pequeñas y medianas empresas.
Los empresarios no dudaron en abrir la discusión en el marco del Council. Jorge Di Fiori, titular de la Cámara Argentina de Comercio, y Daniel Funes de Rioja, vicepresidente de la UIA y titular de Copal, fueron los que abiertamente abrieron la discusión. «Es imposible que el país crezca y genere empleo con las leyes laborales de hoy».
Funes de Rioja es, además, uno de los abogados laboralistas más reconocidos de la Argentina. Y no es casualidad que se haya transformado en el abanderado de la causa. Él se ocupó de plantear cuál es la hoja de ruta que imaginan los empresarios sobre este tema. Los planteos centrales son los siguientes:
1.Rebaja de los aportes patronales: La sobrecarga sobre un salario de bolsillo que hoy reciben los trabajadores supera el 60% y en algunos casos llega al 80%. Representa un enorme desincentivo para blanquear personal.
2.Flexiblizar las condiciones de despido: Con un régimen extremadamente duro para la empresa que echa a un empleado, resulta muy difícil atreverse a incorporar personal. Pero es uno de los temas más resistidos por el sindicalismo.
3.Descentralizar las negociaciones colectivas, permitiendo incluso que se haga empresa por empresa. La reforma brasileña aprobada hace pocas semanas fue todavía más allá. Establece que un acuerdo directo entre el trabajador y la empresa estará por encima de cualquier otro convenio laboral.
4.Mayor penalización para conductas laborales que complican el normal funcionamiento de las empresas, como el ausentismo.
El único dato concreto sobre los cambios en el mercado laboral lo aportó Triaca hace ya varios meses, cuando habló de un blanqueo para el sector, con un espíritu parecido al sinceramiento fiscal lanzado exitosamente el año pasado. Este nuevo blanqueo apunta a que una cantidad de empleados que hoy están negro (representan cerca del 35% de los trabajadores totales) puedan incorporarse a la economía formal, consiguiendo cobertura médica y aportes jubilatorios. Pero ese plan estaría destinado al fracaso si al mismo tiempo no va acompañado de un cambio de fondo en las reglas laborales.