Hubo una vez unos reyes que siguieron una estrella, hasta llegar a la cuna de un niño pobre que sonreía en medio de animales, pastores y ángeles.
Hubo una vez unos reyes que ungieron su frente con incienso y mirra y sus labiecitos con la miel más pura.
Hubo una vez unos reyes con capas doradas montando camellos.
Eran tres los reyes que viajaban juntos y no criticaban la piel del de al lado, ni cuánto llevaba en su cofre diario.
Sólo ellos querían que a ningún niñito faltara esa noche, la magia tan blanca de un juguete nuevo, del pan en la mesa y el beso en la frente.
Esperemos los reyes que siempre vendrán, cuando todos duermen, los niños sueñan y son muy felices porque ellos saben que el hechizo existe y que los camellos no tienen rastro, que toman el agua y se comen el pasto pero nunca dejan su huella en la arena. Aunque sí la dejan profunda en el alma del que nunca olvida, del que sigue esperando a esos reyes magos, porque aún somos niños y necesitamos del abrazo urgente, del pan en la mesa y el beso en la frente.
A todos/as mi cariño sincero en éste día tan especial y sensible al corazón.
Escrito de Norma Pereyra