Por Miguel Pavlovsky/ NOTA DE OPINIÓN/ El coronavirus hoy nos pone en un desafío, pero el que nos dejó en Argentina una de las mayores desigualdades sociales fue el macrismo (neoliberalismo explícito) y en el actual contexto esta realidad quedó en evidencia.
En la ciudad de Buenos Aires el virus ya entró en las villas y geriátricos. Los pobres y los adultos mayores lamentablemente son «los últimos» en todos los sentidos en nuestras sociedades (de todo el mundo).
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Más que la pobreza, en nuestro país la gran problemática es la destrucción dejada y la desigualdad (no solamente la económica).
La «tierra arrazada» que Mauricio nos legó. El Instituto Nacional de Censo y Estadística (INDEC) informaba en noviembre de 2019 que el 4,7% de la población vivía hasta hasta el segundo trimestre del año en condiciones de “hacinamiento crítico”. Se trataba de 1.350.000 personas repartidas en 227 mil hogares.
Por otra parte, el relevamiento arrojaba también que el 8,9% de los hogares habitaba casas con calidades de hábitat «insuficientes». 80,7% de los hogares eran viviendas con calidad suficiente mientras que el 14,5% era parcialmente insuficientes.
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En cuanto al saneamiento, la encuesta arrojó que el 12,9% de los hogares, que abarcaba un 15,3% de la población, carecía de cloacas o baños, o compartido con otros hogares.
El informe oficial agregaba que el 2,6% de los hogares no tenía agua corriente y otro 5,9% tampoco contaba con baño de descarga de agua.
La desigualdad heredada. En la Argentina luego de 4 años se dejó un país donde unos pocos pueden acceder a todo lo que quieren, la mayoría se ajusta el cinturón y muchos pasan hambre. El resto de América Latina no es la excepción.
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Alberto Fernández al Grupo Puebla: “La pandemia dejó al descubierto la desigualdad” – https://t.co/7gYpeHwjHh
— InfoRegión (@InfoRegionArg) May 15, 2020
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Alberto: «La pandemia dejó al descubierto la desigualdad». Para referencias concretas puede citarse el reporte de la Nutrición Mundial 2020 (Global Nutrition Report, GNR), dado a conocer en los últimos días, es el mayor informe global independiente sobre el tema, realizado a partir del análisis de los datos disponibles de 194 países y de organismos internacionales.
“Argentina no escapa a ese fenómeno, coexiste la baja talla con el exceso de peso, esa es la doble carga de malnutrición”, aseguró en diálogo con Télam Lorena Allemandi, especialista en políticas públicas, miembro de la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) y una de los 18 expertos del equipo mundial que elaboró el reporte.
El principal eje del informe es la desigualdad, a la que consideran una de las causas de la malnutrición: tanto el sobrepeso como la desnutrición, y en muchos casos la coexistencia de ambas.
Las diferencias se explican por locación, por el eje rural-urbano, por edad, sexo, educación y riqueza, mientras que los países en conflicto suman otro tipo de complejidad al problema.
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Argentina: alimentos baratos vs saludables. Con datos de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, Allemandi explica que Argentina en cuanto a la desigualdad, “los grupos sociales de menos ingresos son los que más obesidad presentan, hay un 21% más en el quintil de menor ingreso en esta población”. “Son números de Argentina, pero se repiten en la mayoría de los países del mundo. De ahí la importancia de hacer foco en la inequidad y el recomendar a los estados que implementen políticas para mejorar los entornos alimentarios”, concluye.
Por su parte, el jefe del servicio de Nutrición del Hospital de Clínicas y titular de la cátedra del tema en la Facultad de Medicina, Doctor Gustavo Frechtel, coincide en la relevancia del problema y puntualiza que “el sobrepeso y la obesidad están impactando a nivel de niños y de adolescentes”. “Esto viene acompañado de problemas cardiovasculares y la diabetes de tipo 2. Hay una curva paralela entre la obesidad y la diabetes que van de la mano y cada vez están apareciendo a edades más tempranas”, afirma.
Entre las causas, el especialista explica que la coyuntura argentina coincide con lo que afirma el reporte: los sistemas de alimentación, desde la producción hasta el consumo.
Y otra vez se evidencian las desigualdades. “Hay una sobreoferta de ultraprocesados, mayor acceso a alimentos altos en azúcares simples y en grasas saturadas. Son alimentos más baratos”, explicó.
“Los alimentos saludables, las frutas, las verduras, legumbres, son más caros. En las canastas de precios controlados no abundan ese tipo de alimentos saludables, aunque se está empezando a pensar el tema”, aseguró. Esto se revierte con una necesaria redistribución del ingreso.
Ya con algo más de experiencia obtenida desde distintos países, se sabe que los sectores con falta de condiciones dignas de vida son los receptores pasivos del COVID-19, con todo lo que ello implica. Los Estados ausentes en esos lugares recibieron y reciben el impacto en los números de contagios. Por lo general los barrios vulnerables no tienen acceso a condiciones sanitarias aptas ni a los sistemas de salud o no pueden llegar rápidamente a ellos. Las consecuencias son directas, aumentan las muertes.
La deuda que «heredamos» de Mauricio Macri»
El semanario británico The Economist publicó a fines de febrero un editorial sobre el proceso de reestructuración de deuda y la negociación con el Fondo Monetario Internacional que está llevando a cabo la Argentina, en el que afirmaba que la deuda se aproxima al 90% del PBI y es insostenible. El artículo señalaba que el presidente Alberto Fernández y la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, «pretenden limpiar el desorden que heredaron»… de Macri, obviamente.
La concentración es otro factor económico que se relaciona o potencia con los endeudamientos generalizados, donde en paralelo esos peces cada vez más grandes quieren sacar tajada en este río revuelto y seguir comiéndose a los más chicos.
Intentar pagarla a costa de más ajustes, aunque sean graduales, se hace inviable en el actual contexto de emergencia generalizada. No es descabellado sumar un mayor aporte al Estado por parte de los que más tienen, como lo están impulsando en Europa.
Más soberanía política, independencia económica y justicia social. Ante un aparato productivo derruido y un sistema de salud que se dejó venir abajo, en el actual contexto de pandemia mejorar este último nos permitiría comenzar ahora y con proyección a un futuro con más soberanía política, independencia económica y justicia social.
Hay que trabajar para ir hacia comunidades con más educación, fomento al desarrollo tecnológico y acceso a la salud. Eso se consigue dejando de pensar que los mismos son costos y asumir políticas activas de invertir en esos sectores que en forma directa o indirecta aumentarían la producción, un consumo responsable y más bienestar humano.
Y ojalá que la conclusión mayoritaria sea macrismo (neoliberalismo) nunca más.
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