El Ojo Web Información periodística de Río Tercero y la región
Por Nicolás Rodríguez, concejal y vicepresidente segundo del Concejo Deliberante de Río Tercero. Entre las conceptualizaciones propias de la nueva normalidad, quizá la más recurrente es la del Distanciamiento Social.
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Originado en el decreto presidencial de marzo con la pretensión de morigerar la cadena de contagios, este supuesto novedoso término compuesto representa, más bien, dimensiones propias de nuestra vieja y conocida realidad.
El Distanciamiento Social existía antes de la emergencia sanitaria, la pandemia solo sirvió para volver expuesta esta fractura.
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La disparidad en el acceso a los contenidos educativos entre nuestros estudiantes de los sistemas público y privado y la depreciación general del nivel de los mismos es quizá la brecha más evidente en la cotidianeidad. La familia y los educadores sabemos que pese a los esfuerzos de las distintas comunidades educativas, no existió casi ninguna medida concreta por parte de los Estados Nacional, Provincial o Municipal para tratar de achicar grietas, las que muy por el contrario se agigantaron este 2020.
La falta de una perspectiva integral de la crisis golpeó letalmente al sector productivo. La pérdida de competitividad, la depreciación del valor de los salarios y una economía informal porcentualmente cada día más relevante, conformaron un cóctel explosivo que se vuelve descarnado en una de las cifras más desgarradoras y resonantes de este tiempo; en una normalidad cargada de cifras, hay un dato que sobresale y lastima, 1 de cada 2 chicos son pobres.
La emergencia habitacional que continúan padeciendo miles de familias, el creciente costo y escasez de alquileres, la imposibilidad de acceder al primer lote o a la primera vivienda cuenta la distorsión de precios y la inexistencia absoluta de una política habitacional y de desarrollo urbano sostenible en el tiempo.
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Las precariedades propias del sistema público de salud evidenciadas en hospitales y centros de la salud con infraestructura colapsada, no a partir de esta emergencia sanitaria sino desde que se tenga memoria.
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Estas cuatro dimensiones propias de un distanciamiento cada vez más profundo tienen un correlato en nuestra ciudad, basta caminar sus calles para vivenciarlo. Transitamos la crisis transversal más profunda de nuestra historia como comunidad. No basta con los esquemas asistencialistas o de contención, enfrentamos una coyuntura inédita, esta vez la crisis les pega a todos.
«Enfrentar la nueva normalidad requiere actitudes tan heterodoxas como dinámicas, el Estado Municipal debe enfrentar la coyuntura sin preconceptos ideológicos o dogmáticos, escuchando a los sectores económicos, institucionales y barriales.»
La solución a los problemas de contingencia no puede ni debe nublar la perspectiva de mediano y largo plazo, necesaria para salir de este verdadero atolladero.
Articular con el sector privado, entender que las respuestas deben surgir de la experiencia práctica, que no hay posibilidad de desarrollo económico sin crecimiento económico y viceversa, que no se puede repartir lo que no se crea.
Este tiempo requiere humildad para comprender que la disidencia no nos convierte en enemigos, sino en complementos. No perdamos tiempo, trabajemos activamente para achicar las brechas y volver a encender prontamente el motor productivo de nuestra ciudad.
