Por Sabrina Soria y Romina Rosales/ NOTA DE OPINIÓN
Tomando una frase de Virginia Wolf, una de las figuras literarias más importantes del siglo XX. En su ensayo “Una habitación propia”, mencionaba que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novela” (1929); si descontextualizamos la frase, se refiere a la necesidad de cualquier mujer que desee ejercer una profesión, estudiar, insertarse en el mercado laboral, frente a la dependencia mantenida por la ideología patriarcal, la que sigue siendo dominante.
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Las mujeres con discapacidad se enfrentan a una doble discriminación: debido a su género y a su discapacidad.
Esta discriminación puede ser en muchos casos múltiple, al superponerse diferentes características que hacen que tengan que enfrentar mayores barreras que el resto: a las discriminaciones por el género se suma la de la discapacidad intelectual pues, a pesar de los muchos avances en derechos e inclusión, es una característica que sigue soportando un estigma social.
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Muchas mujeres con discapacidad sufren lo que a veces llamamos “pequeñas violencias diarias”: en la vida diaria que no se las ve, que no están, no se las tiene en cuenta o se las explota en sus entornos más próximos, en definitiva, son invisibles. Y esta invisibilidad es violencia.
Para luchar contra esta situación es muy importante empoderar a las mujeres con discapacidad i, que conozcan, comprendan y puedan defender sus derechos. Esto lo debemos hacer a través de programas de apoyo a la mujer que incluyen actividades de información, formación, sensibilización,
Es importante que conozcan que es la violencia, en todas sus categorías, la económica, la más difícil de reconocer; física, psicológica y comprendan qué es el abuso y la violencia sexual.
Es necesario y urgente aprender una nueva forma de convivir, mujeres y hombres, chicas y chicos, niños y niñas. Y esto lo tenemos que construir juntos y se hace con la educación, y no solo a la escuela, porque las personas nos pasamos toda la vida aprendiendo.
Diríamos que para educarnos en esta nueva forma de convivir hace falta “todas las manos todas” que decía la canción; desaprendiendo antes muchas conductas nocivas e inadecuadas que tenemos.
Además, tenemos que desaprender muchas cosas de la cultura patriarcal y claro, también del machismo. Cosas (conductas, expresiones, reacciones…) de las que a veces ni nos damos cuenta, no somos conscientes de ellas, y esa “inconsciencia” hace que no nos responsabilicemos, que no nos hagamos cargo. Además, ponemos la responsabilidad fuera, en los otros: “Es lo que todo el mundo hace”, o “eso está bien como está”, a modo de ejemplo
Debemos erradicar la violencia (sea de género o por cualquier otra razón), que su aportación sea constructiva, positiva y de gran impacto, y que nos sirva a todos para construir esa nueva y buena convivencia entre mujeres y hombres.