Por Natalia Soledad Francisetti, Abogada. Mat: 10-558

Estamos en un momento histórico que nos desafía a criar niñas, niños y adolescentes para que sean adultos libres comprometidos con la igualdad y el fin de la violencia.

En estudios recientes realizados en nuestro país, el 46,6% de los adultos reconoció utilizar la violencia física para criar a sus hijos e hijas, lo que demuestra que hay una fuerte naturalización de la violencia como forma de crianza.

Es decir, que la violencia se ve como algo natural si el uso de la violencia se vuelve habitual en la crianza, es imposible construir contextos libres de maltrato para los chicos y las chicas. La idea de que los golpes son una forma de enseñar algo positivo o que constituyen un ´derecho de los padres y madres´ frente al que no hay que ´INTERVENIR´.

 

 

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El Código Civil Comercial de la Nación prohíbe expresamente cualquier tipo de castigo corporal y los malos tratos que afecten física o psíquicamente a los niños, por parte de quienes ejercen la responsabilidad parental (Art 647).

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Cuando hablamos del maltrato, nos referimos al maltrato físico y / o psicológico y al descuido. Hay además otras violencias que pueden producir daños irreparables como el abuso sexual. Y otras más sutiles o menos evidentes, pero que también dañan, por ejemplo no aceptarlos tal como son, no respetar sus opiniones.

La educación implica tiempo, paciencia y dedicación. Los vínculos que los chicos establezcan con los padres se reflejarán en los que tengan en el futuro. Por eso en las relaciones padres e hijos debe haber amor, contención, respeto, atención y sinceridad.

 

 

La familia es el entorno donde los chicos deben sentirse más seguros y protegidos. Si justamente en este ámbito primario son descuidados, maltratados o humillados, creerán que esa es la forma de actuar con los demás.

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Según la Organización Mundial de la salud (OMS), los casos extremos de violencia pueden alterar el desarrollo de los sistemas nervioso e involuntario. Los adultos que han sufrido maltrato en la infancia corren mayor riesgo de sufrir problemas de conducta, físicos y mentales.

El miedo no educa, quedan sometidos a un poder que les produce una sensación de temor permanente. El grito, el chirlo, el golpe, es el desborde de un adulto ante una situación que le impide pensar y lo supera y que en casos muy graves lleva a perder la vida a una niña, niño o adolescente. Si queremos infancias y sociedades libres de violencia, tenemos que entender que la crianza debe ser igualitaria para/ niñas y niños.

 

 

De igual manera la responsabilidad de la madre y padre en la crianza. Las niñas y mujeres están más expuestas a sufrir violencia. Tanto dentro como fuera de las familias.

Es importante tener en cuenta que la denuncia es el punto de partida de un camino complejo, es necesario hacerla en las mejores condiciones.

La confianza en las personas adultas que son sus referentes es la base desde donde un niño o niña comprende la noción de lo que está bien o mal. Recordemos que somos su modelo a seguir. Nos miran constantemente y actúan en respuesta a lo que hacemos que a lo que le decimos.

Si alguien sospecha que un niño, niña o adolescente puede estar sufriendo algún tipo de abuso (maltrato físico y/o psicológico, descuido, sexual) tiene el deber de comunicarlo ante el organismo de niñez más cercano.