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Los 29 trabajadores muertos tenían entre 17 y 62 años. Perecieron por traumatismos, quemaduras o asfixia tras una explosión de gas metano acumulado.
La Policía de Nueva Zelanda informó este miércoles de que captó imágenes de restos humanos de al menos dos personas once años después de la explosión ocurrida en noviembre de 2010 en una mina de carbón en la Isla Sur del país oceánico, que mató y sepultó en su interior a 29 trabajadores.
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La Policía de Nueva Zelanda informó en un comunicado de que las imágenes de los restos humanos, que han sido revisadas por expertos, fueron captadas en una zona alejada del yacimiento de Pike River por lo que, dada la dificultad para acceder al lugar, no podrán ser recuperados.
“Por el momento no hemos podido identificar los restos, pero consultaremos con expertos forenses. Basados en nuestra investigación, creemos que había entre seis y diez hombres trabajando en esa área en la que se encontraron los restos”, dijo el superintendente Peter Read en el comunicado.
Las imágenes de los restos fueron captadas en el marco de un operativo de perforación, que comenzaron en junio pasado y terminarán a finales de año, para investigar la muerte de los mineros, 23 de ellos neozelandeses, tres británicos, dos australianos y un sudafricano, que tenían entre 17 y 62 años.
Por su lado, Anna Osborne, quien perdió a su marido en la explosión, explicó a Radio New Zealand que no puede dar detalles sobre las imágenes para “no poner en peligro cualquier juicio”, aunque reconoció que ayudan a “esclarecer qué pasó allí abajo”.
Sin embargo, el ministro a cargo de la operación de rescate, Andrew Little, comentó que “no es probable que (los cuerpos) sean recuperados… Sé que algunas familias quisieran ir más lejos, pero eso no será posible”.
Por ahora se sabe que los mineros habrían muerto por traumatismos, quemaduras o asfixia tras una explosión de gas metano acumulado que les dejó sepultados a 2,5 kilómetros de profundidad dentro de una galería que carecía de un acceso alternativo. Solo dos de los 31 mineros que estaban trabajando pudieron salir con vida.
Cinco días después fueron dados por muertos tras una segunda explosión en el yacimiento, situado en la localidad de Greymouth, en la Isla Sur, en lo que supuso el segundo mayor accidente minero de la historia de Nueva Zelanda.
En marzo pasado, el gobierno neozelandés anunció el fin de la financiación para recuperar los cadáveres, aunque las investigaciones policiales continúan sobre la explosión.