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HOMENAJE A LA PATERNIDAD

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SOCIALES / El doctor Juan Alberto Yaría es un reconocido profesional sobre el tema de la rehabilitación en adicciones. En sus escritos hace referencia a unos conceptos de terapeuta riotercerense César Tapa: «Huérfanos con padre vivos»

POR JUAN ALBERTO YARÍA / Nos debe preocupar enormemente la entrada del consumo de drogas en la pubertad (11 o 12 años) en donde el tabaco, el  alcohol y la marihuana se han naturalizado (el 80 % de los consumidores compulsivos comenzó a estas edades). La adolescencia es el “segundo nacimiento” (así lo han descrito los grandes psicólogos evolutivos).

UN CASO TESTIGO. Las drogas “matan” este segundo nacimiento y máxime con un cerebro en desarrollo e inmaduro. Es como “echarle leña al fuego”. Jorge no encontró nunca al Padre y a los 13 años comenzó a consumir marihuana hasta finalizar con el crac como estación final hacia el deterioro del cual se está recuperando. El padre lo abandonó cuando tenía dos años y murió solo cercado por el alcohol en una habitación que consiguió por la dádiva de un amigo.

La cara en el cajón mortuorio me dice que no se la va a olvidar más. Viene hacia mí con las cenizas de él. Me las deposita en mi consultorio. Necesita que consiga un contacto para que se vuelquen en el hipódromo que era una de sus  adicciones.

 

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Historia real y dolorosa de un hijo-paciente que solo encontró cenizas de su padre y no una presencia viva y corpórea de transmisión de notas de vida depositando en un padre sustituto -terapeuta los restos de alguien para edificar un proyecto que lo ayude a vivir sin drogas.

Se emociona cuando le digo que el padre tenía 74 años al morir, vos 37, vamos a luchar para que tus próximos años sean diferentes y sanos.  Tarea dura en momentos que asistimos como el adulto está paralizado, ausente o suplantado por Patrones del Mal o Padres-Padrone (mentando a series que muestran la cara  siniestra del dominio como paternidad sustitutiva). Esto le pasó  a Jorge los Patrones del Mal (jefes de barras bravas, clanes, etc.) ocuparon ese vacío de padre.

Lo vemos en la clínica todos los días hijos buscando un padre, nosotros tratando de generar paternidades sustitutivas que fomenten un modelo de vida. Padres petrificados sin poder  ejercitar su rol ante la maraña de intereses tóxicos que se han apoderado de sus hijos.

 

 

Me interesa dilucidar los problemas:

  • Homenajear a la paternidad más allá de los intentos fallidos de muchos, las perversiones, o las ausencias criminosas. Hay una paternidad como hecho biológico que debemos resaltar (a muchos al relatar la vivencia de padres fallidos y que los abandonaron les decimos que “te dio la vida y eso es mucho,
    homenajea al que te dio la vida, más no pudo brindarte, no  podía estaba enfermo”).
  • El padre es padre en segundo lugar, no solo cuando aporta el semen, sino cuando adopta al hijo y le transmite notas de vida, dona sentidos y marca un sentido a la vida acompañando un crecimiento. Los antiguos decían que la paternidad es una adopción que es transmisión con gratuidad.
  • La paternidad transmite una ley del existir en  donde hay un sentido moral de la vida y un otro al cual  rendir cuentas y también escuchar (suplantando el Ego por el Nosotros).

CARENCIA DE PADRE
Ya desde 1938, en un artículo sobre “La Familia” J. Lacan ve en la carencia del padre respecto de lo que implica su función, el «nódulo «de «la gran neurosis contemporánea». En efecto, cuando el niño encuentra en el padre una persona real, algo consistente se refuerzan «el impulso instintivo» y «la dialéctica de las sublimaciones» (o sea, la creación al servicio de la vida).

De otro modo, dice genialmente, “nos encontramos con la impotencia y oscuras madrinas siniestras”, se instalarán en la cuna del futuro neurótico. Se refiere a la función paterna como protectora de las destrucciones, siendo las “madrinas siniestras” lo oscuro de un mundo sin dirección ni proyecto, como le pasó a Jorge que busco referentes paternos en personajes funestos (etimología de lo siniestro).

 

 

El maestro C. Oliweinstein cuando estudiaba con él en la clínica Marmottan en París nos enseñaba que entre los aspectos patológicos de la familia del toxicómano encontramos  con la falta de barreras generacionales, o sea la confusión de roles en donde el hijo es padre del padre o el padre es un par del hijo por su precaria individualización a lo cual él llamaba hijos patrificados (padres de sí mismo sin ninguna referencia).

Así nos vamos encontrando con un joven que padece de la extremada dificultad de constituir un yo adulto, dificultad que lo acompaña desde la infancia.
Esta carencia de Padre favorece la desmedida que según el maestro francés es la clave de la adicción; el exceso, lo ilimitado y el ego como medida de todas las cosas.

Pero el maestro francés decía que todo esto sucede en un momento sociocultural en donde la paternidad incluye en sí misma una gran crisis. En la adolescencia, como “segundo nacimiento” se consolida la identidad, pero en el futuro adicto, la desmedida, el exceso son la búsqueda enfermante de la identidad perdida.

El encuentro con el producto adictivo lo acerca de algún modo a una búsqueda que lo colma en ese vacío de identidad y llega a decir el maestro francés “unidad totalizante que lo acerca en cierto modo a Dios”. En segundo lugar, después del  almacenamiento en la memoria de esta experiencia inefable, tendrá la posibilidad aparentemente infinita de verificarla por la repetición.

 

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El temor por volver al vacío lo precipita a la adicción repitiendo la ingesta, un estado de construcción psíquica tan deseada como sufrida. La paradoja del futuro toxicómano residirá, pues, en su continuo intento de resistir a la muerte, al mismo tiempo que la  provocará y la suscitará, con la ingenuidad del niño que juega y
la angustia del que sabe que va a morir y todo ello de manera completamente contradictoria.

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EL REZO POR EL PADRE
“Si pudiera ocurrir que lo que desean los mortales se realizase, lo primero que querría sería el regreso de mi padre”: es Telémaco, el hijo de Ulises, quien habla así en La Odisea. Nos  remontaríamos a la mitología griega, donde se nos cuenta que  siendo Telémaco todavía un niño su padre marchó a la guerra de Troya y en sus casi veinte años de ausencia este creció hasta hacerse adulto.

Jesús en la cruz del Gólgota se lamenta en el decir “Padre porque me has abandonado”. Formamos parte de un conjunto y ese es el valor de la familia que le da sensación de pertenencia dentro de un linaje. Ese grupo es el mediador de la identidad; lamentablemente perdida para muchos.

Pero hoy son tiempos en donde la Ingeniería social deniega de lo masculino y de la paternidad, confundiéndolo con el Patriarcado y de todas las patologías que surgen de este orden perverso. La postmodernidad inaugura la “figura ausente del padre” que es clave ya que en su defecto también destruye ese “segundo nacimiento” que es la adolescencia. Así hoy el consumo de todo tipo de objetos se transforma en la marca de la identidad mientras las figuras humanas significativas pierden valor y se esfuman.

Según los datos de los Institutos de Estadística americanos: el 90% de todas las personas sin techo, y de los hijos escapados de casa, no tenían padre en la familia. El 70% de los jóvenes  delincuentes recluidos en instituciones del estado, procedían de familias donde faltaba el padre. El 85% de los jóvenes que están en la cárcel han crecido sin padres. El 63% de los jóvenes que se  suicidan son hijos de padres ausentes. (North American Nursing  Diagnosis Association (NANDA). Diagnósticos enfermeros) definiciones y clasificación. Edición 2007-2008. Madrid: Elsevier; 2007.

 

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