NOTA DE OPINIÓN / Por Joaquín Escribano
Comencemos por establecer algo en lo que, seguramente, todos estemos de acuerdo: el Municipio es la institución política primigenia. Esto es así porque el individuo encuentra en el Estado Municipal la primera institución que actúa como órgano amparador de la vida civil: es el primer “refugio institucional” al cual puede acudir.
Las razones de ello son históricas, psicológicas y políticas. Históricas porque en la antigüedad constituyó la primera intención de organización capaz de bastarse a sí misma, perfeccionarse y generar civilización y cultura (la Polis griega).
Psicológicas porque es natural del ser humano aferrarse con sus afectos a los objetos que hacen a su hogar, lo cual genera que se aferre también a su ciudad y todo lo que cotidianamente, desde su infancia, familiariza su sensibilidad y generan un sentido de pertenencia respecto a su lugar de origen (la “Patria chica”).
Políticas porque, socialmente, a partir de las familias componentes de un lugar común se genera una comunidad, la cual trae nuevas necesidades, anhelos y es la forma en la que se gestan los lazos de cooperativismo y solidaridad.
Es así que el Municipio, como forma original de Estado, está en contacto directo de manera permanente con las necesidades del pueblo y es el organismo que refleja con mayor exactitud sus inquietudes y deseos.
Ahora bien, para encausar todo lo que significa un Municipio en la hora actual, se necesitan varios engranajes que hagan funcionar su maquinaria. Para que eso ocurra necesitamos, en primera instancia, planificación.
La planificación es la principal herramienta para construcción de futuro, porque es lo que va a permitir transformar las intenciones en acciones, vislumbrar los impactos y consecuencias de los acontecimientos e influir en ellos.
Contar con un método adecuado de planificación adecuado, técnicas y habilidades es un factor clave en la actualidad para contribuir al desarrollo del territorio. Aquí surgen dos preguntas propias y que hago extensivas a toda aquella persona que lea estas líneas: ¿Cuenta la ciudad de Río Tercero con una planificación acabada para llevar adelante un correcto desarrollo? ¿Nuestros funcionarios en el gobierno municipal piensan a futuro la ciudad?
La incertidumbre actual que el propio Gobierno tiene respecto a cómo se desarrollarán las obras anunciadas en campaña, en parte, puede ayudarnos a responder estas dudas.
Es imperioso el entendimiento del avance y el paso del tiempo por parte de quienes hoy gobiernan la ciudad, porque, aunque lleven más de 20 años gobernando las mismas personas (solamente modifican sus lugares a ocupar), las necesidades y anhelos de quienes formamos parte de Río Tercero han cambiado, no es posible continuar gobernando en el año 2024, como se hacía en el año 2003.
Para esto es necesario comprender que los Municipios dejaron de ser actores pasivos que solo cumplen con funciones de ABL y se convirtieron en los primeros receptores de las demandas de la sociedad, es decir, en los responsables de ofrecer políticas públicas que mejoren la calidad de vida local.
Es por tal motivo que, si no se comienza a trabajar con herramientas de planificación estratégica que permitan lograr una mejora en la gestión y adaptarse a los nuevos escenarios sociales, políticos y económicos, será muy difícil salir de la situación en la cual se encuentra nuestra ciudad: una ciudad estancada en el tiempo, sin crecimiento, sin un tipo de ciudad definido, con decisiones apresuradas e improvisadas. Necesitamos salir de ahí y pegar un salto cualitativo que nos ubique en un lugar mejor.
Lo fundamental para lograr el salto cualitativo del cual hablamos, es direccionar a la ciudad de manera clara y contundente hacia la producción y el trabajo. Las unidades productivas no son actores aislados, sino que se desarrollan en el entorno territorial que hace a la ciudad, y es por eso que debemos priorizar las articulaciones entre la estructura de producción industrial y los mecanismos de coordinación municipal para un continuo desarrollo de los actores productivos.
Logrando que el perfil industrial y productivo se instale como norte de la ciudad, será palpable la generación de nuevos puestos de trabajo, lo cual generará una mejora en el bienestar de las familias riotercerenses, ya que, entre otras cosas, se incentivaría el consumo en los comercios de nuestra ciudad y, de esa manera, se pondrá en marcha un círculo virtuoso de crecimiento, desarrollo y progreso para todos los sectores de Río Tercero.