NETFLIX / La biominiserie sobre Ayrton Senna llega en un momento ideal para el automovilismo. A pesar de su atractivo, no logra aprovechar al máximo el legado del piloto brasileño en sus seis episodios.
El combo y el momento es ideal, sobre todo en Argentina. El furor por Franco Colapinto en la Fórmula 1, el cuarto campeonato de Max Verstappen y el interés por la serie «Drive tu survive» hacen que la bio-miniserie sobre el ícono brasileño Ayrton Senna sea garantía de éxito en Netflix.
Con un personaje que marcó a multitudes y que muchos consideran como el mejor piloto de la historia, las posibilidades de hacer algo rico eran muchas. El problema es que no se aprovecharon del todo.
Protagonizada por Gabriel Leone como Senna, la ficción que estrenó este viernes narra desde los inicios del paulista en los karting, la tensión con su padre por el trabajo en la fábrica familiar, los inicios en el automovilismo en Fórmula Ford y la transformación en la mayor estrella de la Fórmula 1 a fines de los 80 e inicios de los 90, que culminó en tragedia.
Lo mejor
Con seis episodios que promedian la hora, la miniserie se hace entretenida y le sobran recursos -en el sentido presupuestario- para recrear la época en la que brilló Senna, desde los grandes escenarios del automovilismo, la locura en las calles de Brasil hasta el uso de los hits de la época (algo carísimo en lo audiovisual). Es una superproducción enorme, y se nota.
También es muy explicativa, lo que implica una buena oportunidad para los jóvenes que no conocieron el trasfondo y la historia de Senna, como para quienes quieren recordar esas épocas.
El mayor fuerte de la serie está en lo deportivo. Las carreras -algunas se filmaron en el Autódromo de Buenos Aires- son pura adrenalina e impactan desde los técnico, donde se destacan también los efectos especiales. La rivalidad con Alain Prost es acá la frutilla del postre.
«Senna» pisa el acelerador y gana adrenalina sobre el final. El momento de la trágica muerte en Imola se siente respetuoso y emotivo, pero sin querer ser una bomba lacrimógena.
Lo peor
El problema de «Senna» es que es una biopic demasiado genérica. Por fuera de lo deportivo, las escenas de la vida personal -una historia jugosa que se podía aprovechar, por cierto- aburren por predecibles a la hora de narrar.
Las caras de emoción o las relaciones con un sentimentalismo irreal hacen parecer que constantemente estamos viendo una publicidad.
Por otra parte, Leone, aunque está correcto, no logra transmitir el carisma que tenía Senna, entre diálogos que sobreabundan en explicaciones de las motivaciones de los personajes -donde hay una desdibujada Kaya Scodelario que interpreta a una periodista que tensiona con Ayrton-.
«Senna» es una serie ágil, que logra entretener, pero tropieza en algo esencial: el alma y el corazón.