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Por Gabriela Origlia, La Nación / El experto en negocios internacionales plantea que ya no hay “países especializados” sino regiones y subraya que una macroeconomía ordenada es condición necesaria pero no suficiente para la internacionalización
ECONOMÍA / “Hay necesidad de una transformación de la estructura productiva para que se ajuste al paradigma 4.0; hay que avanzar en el fortalecimiento de las cadenas de valor a nivel regional y crear en territorio ecosistemas productivos competitivos. La macroeconomía representa condiciones necesarias, pero no suficientes para desarrollar un sistema que aliente a las empresas a crear un modelo de desarrollo con potencial competitivo a nivel internacional”.
Federico Trebucq, experto en negocios internacionales, habla sobre temas que van más allá de la coyuntura y que hacen al escenario más complejo al que se enfrentan las empresas. “La idea de que los países se especializaban y eran fuertes en un sector ya no es así; hay muchos sectores en que pueden especializarse, diversificar la canasta”, precisa.
“No hay una sola Argentina, hay muchos potenciales ‘campeones’ en un mundo más segmentado, en el que todos somos alguien. Hoy todas las provincias tienen un sector preocupado por el posicionamiento internacional, por la inserción mundial. No es más el país como un todo, sino que hay actores que tienen sus preferencias”, subraya.
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- El mundo multipolar y las tensiones geopolíticas, ¿redefinen el comercio mundial? El comercio y la economía forman parte de una economía mundial que atraviesan por una situación compleja en la que convergen dos factores, el escalamiento de las tensiones geopolíticas, la crisis de las democracias occidentales y el cambio del paradigma tecnológico-productivo que va de la tercera a la cuarta revolución industrial y redefine la relación entre el Estado y el mercado y, a la vez, cambia la forma en que la gente habita el mundo y perciben el desarrollo.
Es un momento de alta incertidumbre, vivimos una transformación de diferentes dimensiones: lo tecnológico-productivo, la geografía y la gobernanza. La incorporación tecnología 4.0 hacen más eficientes las cadenas de valor y generan nuevos nichos de mercado que antes no existían que también requieren de nuevas habilidades.
El comercio internacional de bienes crece más lento, se desacelera, y el de servicios, a la inversa, tiene una tasa más elevada. Todos los avances tecnológicos vuelven más eficiente la fabricación y ya no requiere un proceso costosísimo de offshoring, la inversión está más orientada a la ventajas competitivas dinámicas (innovación, valor agregado). El valor es el conocimiento.
- La globalización ingresó en un período diferente, ¿hay un retroceso o un cambio de formas? Sí. La globalización es un proceso, es dinámica. Solo puede ser definida en función de las características que asumen las diferentes dimensiones en las que opera.
El comercio internacional está desacelerando y las cadenas de valor encuentran un equilibrio en el plano regional, surgen nuevos actores que modifican las relaciones de poder. La globalización no es la misma que en los ‘90, como tampoco era entonces lo mismo que en los ‘70.
Hay una tecnología disponible que marca la forma en que se producen, distribuyen y comercializan los bienes. El factor geográfico hace que el comercio sea más denso en polos como Asia, Europa y Estados Unidos. Las cadenas toman un matiz más regional.
- ¿Cuánto influyó la pandemia del Covid-19 en este proceso? La pandemia aceleró un proceso que estaba en curso. Estados Unidos ya mostraba cifras importantes de near shoring en México antes de la pandemia. La tecnología en la comunicación aceleró un proceso que, quizá, hubiera demorado más.
La pandemia apuró lo que existía. Los efectos de la economía mundial tienen un impacto más asertivo en los territorios, lo que implica que ante un cambio de condiciones puede haber sectores en un país que se ven favorecidos y otros, por lo contrario, afectados. La idea de que los países se especializaban y eran fuertes en un sector ya no es así; hay muchos sectores en que pueden especializarse, diversificar la canasta.
La Argentina tiene agro-industria en el centro; minería y litio en el noroeste; riqueza energética en la Patagonia; desarrollo de la pesca en el litoral marítimo. No hay una sola Argentina, hay muchos potenciales ‘campeones’ en un mundo más segmentado, en el que todos somos alguien. Hoy todas las provincias tienen un sector preocupado por el posicionamiento internacional, por la inserción mundial. No es más el país como un todo, sino que hay actores que tienen sus preferencias.
- ¿Entiende la Argentina esta dinámica? En algún punto es el país de las oportunidades perdidas. Mucho tiene que ver con un entendimiento parcial y limitado de los procesos globales y de cómo impactan a nivel doméstico.
Me refiero a gobiernos de todos los niveles, a los actores en general de la economía; es una cuestión sistémica. Desde los ‘70, cuando comienzan a desarrollarse las cadenas de valor; cuando la producción se lleva a cabo de manera fragmentada, cuando tiene más gravitación las ventajas competitivas, nuestra inserción internacional está muy atada a variables externas como el precio de las comodities o la tasa de interés de Estados Unidos.
- ¿Por qué cree que se da este fenómeno? Se plantean dos cuestiones importes. Por un lado, debemos preguntarnos qué es necesario para que la Argentina pueda integrarse al núcleo más dinámico del comercio y de las inversiones.
A trazo grueso tiene que ver con la estabilización de la economía, con una política cambiaria consistente. Por las ventajas naturales, comparativas, el país puede encausarse en un camino de crecimiento.
Pero hay que pensar en otros términos para que el fenómeno sea sostenido y para eliminar la dependencia de los factores externos; hay necesidad de una transformación de la estructura productiva para que se ajuste al paradigma 4.0; hay que avanzar en el fortalecimiento de las cadenas de valor a nivel regional y crear en territorio ecosistemas productivos competitivos.
La macro representa condiciones necesarias, pero no suficientes para desarrollar un sistema que aliente a las empresas a crear un modelo de desarrollo con potencial competitivo a nivel internacional, que genere empleo y que detone el potencial productivo de los nodos que hay en las provincias. Hay que hablar más de la meso economía, en la que participa el sector privado, las instituciones intermedias, el Estado, y que está orientada a industrias específicas.
- ¿Cómo se “bajan a tierra” esas meso políticas? Hay que promover modelos de desarrollo localizados, con innovación, ciencia y tecnología localizada. Córdoba tiene un modelo de desarrollo localizado y reescalado.
Requiere también de infraestructura física; en un país extenso como la Argentina se necesitan de corredores viales, de la hidrovía, de las telecomunicaciones. Todo para impactar favorablemente en un entorno para empresas que se involucren en negocios globales que hoy no solo es comercio exterior; internacionalizar no solo es exportar, sino invertir en otros países, contar con compañías transnacionales de bandera argentina, aprender a competir, adaptarse a un mundo más inestable.
Es probable que entremos en una fase de dinamismo estructural, donde no haya etapas prolongadas de estabilidad como en el siglo 20, sino un escenario convulso, donde los Estados son factores de poder que comparten contras estructuras transnacionales, y subnacionales, con las criptomonedas. Las empresas deben comprender la importancia de los factores estratégicos y geoestratégicos en el mundo de los negocios.
- ¿Criptomonedas? Estoy leyendo un material que habla de un escenario heterárquico que implica una estructura organizativa donde los componentes no están dispuestos por jerarquía sino que hay múltiples conexiones y múltiples agendas y ninguna es superior a la otra sino que depende de los intereses. El escenario es más complejo, las opciones de cooperación o conflicto están más a la orden del día.
Hay una pérdida de poder del Estado nación como figura homogénea y las criptomonedas son una forma de gobernanza transnacional en el que un grupo de privados depositan su confianza en una tecnología y no en un banco central.