POR FERRANTI MARILEN / FOTO TAPA: Tres estudios para una crucifixión (1962).
“Desde el momento en que las obras de arte son juzgadas mediante el razonamiento, nada es estable o seguro y se puede demostrar cualquier cosa que se quiera.” (Marcel Proust)
BELLEZA Y FEALDAD. Armonía, proporción y simetría. Rezan los cánones de la belleza. El punto es que creemos que el arte nace y muere en el canon. Si este se rompe, se da la antítesis de lo bello. Y el feísmo es arte como también un recurso plástico.
La fealdad se retrató junto a la belleza. Desde Caravaggio hasta el expresionismo abstracto dan muestra de ese Arte, carente de armonía, alejado de la proporción y el equilibrio causando estupor o rechazo, al ser lo que por naturaleza no debería ser.
El artista crea en base al tiempo en el que vive, por lo tanto, estará influenciado por términos históricos, sociales, económicos, ambientales y técnicos. Este influjo se vuelve artísticamente feo cuando es rechazado, impuesto o descontextualizado. Por lo tanto se aspira a ser lo que no puede ser, pero nunca se confundirá con lo bello.
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Es casi una necesidad mirar y admirar lo bello. Si bien existen sentimientos feos, el arte tiene el poder de representarlo de manera hermosa o dejar que el feísmo hable por sí solo.
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ARTÍSTICAMENTE FEO. El filósofo alemán Karl Rosenkranz, plantea tres maneras de abordar lo estéticamente feo. Lo logra desde, lo natural, lo espiritual y lo artístico.
En la obra de Francisco de Zurbarán “Naturaleza muerta con limones, naranjas y una rosa” (1633).
La fealdad , como cita Rosenkranz, está presente en la naturaleza de forma inmediata o proceso de una degradación. Tal es así que las frutas pintadas por Zurbarán se pudrirán. Es decir la fealdad por naturaleza.