DARÍO COMBA / RÍO TERCERO Y DE AYER / Se sabe que la construcción de muchísimas iglesias y catedrales del mundo, por la razón que sea (artística, política, económica) ha llevado no menos de cien años. La historia de la iglesia de Lourdes de Río Tercero, si bien, no llevó tanto tiempo, tampoco fue nada fácil.
Nacida por allá en 1934 en un rudimentario galpón en la calle General Paz al 150 de la mano del cura Bernard, y que el progreso se llevó puesto. Es recién en la siguiente década, impulsado por el cura Compañy que se empieza a gestar la definitiva, la que hoy todos conocemos, emplazada en un terreno donado por Marín Marotto, en una parte y otra adquirida con dineros propios.
El diseño pertenece a dos arquitectos de Buenos aires y los dineros para su mano de obra salieron de la venta del Parque Modesto Acuña que estaba en Barrio Norte, ladrillos donados por colonos y gente del pueblo y hasta del bolsillo del mismo Compañy que vendió su auto para volcar unos billetes a tal fin.
Se inaugura en 1946, aunque solo la nave principal, es bastantes años más tarde que se le agrega lo que sería «el crucero» con el bellísimo altar redondo de mármol y la capilla de piedra -escenografía obligada para la foto de bautismos-. En 1963 queda completa la obra (como se ve en la foto).
Para cerrar, esto me lo contó un señor que ligado a la construcción: él y su padre desde toda la vida, se decidió «bolsearla» (revocarla), que en las donaciones diversas, había tanda de ladrillos «bayos» (ladrillos de no muy buena calidad en la jerga del albañil) que se temía que sufrieran un desgaste más prematuro que otros ante eventos climáticos, entonces el revoque le daría mejor protección, así de simple. Una particularidad que sinceramente desconocía. Bellísima y orgullo de nuestro patrimonio, la Iglesia de Lourdes.