MARTÍN MASITTI EL VIAJERO DEL OJOWEB/ DÍA 36 / FOTO TAPA: Estancia Túnel, camino al río Encajonado.
Mi predicción golpeó la ventana de mi auto. A las 4 de la mañana la policía llamo a mi puerta, de una manera nada suave. No les voy a negar que me desperté rápido, pero no me asuste porque suponía que iba a suceder. Les expliqué mi situación desde la cama, adentro de la bolsa de dormir, sin ningún interés de moverme de donde me encontraba. Se disculparon, charlé un buen rato con ellos, di media vuelta y me dormí.
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Cerca de las 10 de la mañana, con un día totalmente despejado y sin viento, esperé a Cris para desayunar en mi casa. Obviamente afuera, porque los dos no entramos. Armé la mesa y las sillas y estuvimos un largo rato tomando mates y admirando la increíble vista que teníamos hacia la ciudad.
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Nos acercamos a destino con su moto y comenzó la caminata por la costa. Sin dudas un lugar donde pondría una casa. El lugar lo tiene todo, mar con suaves olas, aves por doquier, bosques colmando la costa, cerros trepando desde la playa. Fue un camino realmente bello, por el cual anduvimos cerca de dos horas hasta que nuestro viaje se vio interrumpido por un principio de incendio. Teníamos la certeza que la noche anterior un grupo de personas realizó una fogata y, como toda persona ignorante, olvido extinguir las brasas del lugar.
Detectamos que se estaba quemando el lugar por el olor a quemado, por lo que corrimos al río que se encontraba a 30 metros y dimos aviso a caminantes que se encontraban a cercanías de lo que se creía una fogata extinta.
Parece mentira, pero entre ocho personas, luego de hacer unos diez viajes para cargar agua al río logramos apagar un principio de incendio que ni siguiera tenía llamas.
Cuando vivís momentos como estas te das cuenta de que los bomberos sufren situaciones de riesgo extremo y de un arduo trabajo en cada minuto durante todo el tiempo.
Continuamos unos metros más hasta encontrar un buen lugar para el almuerzo. Después de descansar por unas horas, fotografiar aves, avistar aviones que despegaban del aeropuerto y divisar varios barcos que se acercaban al faro los exploradores, decidimos volver temprano para alistarnos y así ir a cenar a la casa de Gus.
Compré un vino blanco para acompañar la comida que hicimos con Lili. Nada más ni nada menos que Sushi, un plato que hacia un tiempo que anhelaba y moría de ganas por comer. Una velada gratificante sin dudas. Gus y Cris comieron picada de fiambres mientras yo me relamía con cada pieza sumergida en salsa de soja.