BRASIL / PANDEMIA DEL CORONAVIRUS / VACUNACIÓN / La escena parecía de lo más normal: una enfermera aplica una inyección en el brazo de un anciano de 90 años dentro de un coche. La familia lo graba todo con el móvil con emoción, pero al llegar a casa y ver el vídeo con calma se dan cuenta de que la jeringuilla estaba vacía.
Poco después, la técnica de enfermería Rosemary Gomes Pita estaba dando explicaciones en una comisaría de Niteroi, a las afueras de Río de Janeiro.
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«Dijo que no sabía explicar por qué hizo eso, que en diez años de profesión nunca había cometido tal desliz (…) alegó que estaba estresada y extremadamente cansada», explicó el policía que la interrogó, Luiz Henrique Marques Pereira.
La mujer fue despedida de la secretaría municipal de salud donde trabajaba, y acaba de ser imputada. La Fiscalía pidió su detención al entender que su libertad era un riesgo para el orden público. Ahora se enfrenta a cuatro años de cárcel por un delito de desvío de bienes públicos.
Es el caso que se ha judicializado más rápido, pero no el único. En Petrópolis, también muy cerca de Río de Janeiro, una anciana de 94 años pensó que acababa de ser vacunada, pero la jeringuilla estaba vacía.
En el vídeo que grabaron sus hijos se ve a la técnica de enfermería intentando quitar la protección de la aguja. El familiar que graba el momento ve que tiene dificultades con el plástico y sugiere cambiar de jeringuilla. La técnica, entonces, se dirige al puesto donde están las vacunas y coge otra jeringuilla; vuelve con otra y la aplica tranquilamente, sin nada dentro.
Hay al menos otros tres casos que están siendo investigados, en Maceió, São Paulo y Goiânia. No queda claro qué explicación lógica puede haber tras ese gesto, más allá de la dejadez y la falta de cuidado con las vidas ajenas. Son hechos aislados, pero que han encendido las alarmas.
Los colegios de enfermería están abriendo investigaciones internas y las autoridades sanitarias remarcan que los acompañantes de los ancianos «pueden y deben» grabar y hacer fotografías del momento del pinchazo. En caso de dudas tienen que volver inmediatamente al lugar de vacunación para verificar que todo está bien.
UNA CAMPAÑA A MEDIO GAS. El escándalo de las ‘vacinas de vento’, como se las conoce en Brasil, es sólo uno más de la serie de problemas que la campaña de inmunización está teniendo en el país. Brasil empezó a vacunar más tarde que la mayoría de sus países vecinos (el 17 de enero) y a día de hoy ha vacunado, con la primera dosis, al 3,3% de la población, según Our World in Data. Las vacunas llegan en cuentagotas y en estos momentos muchas ciudades, como Río de Janeiro o Salvador de Bahía, han tenido que parar de vacunar por falta de dosis.
La situación es especialmente frustrante teniendo en cuenta que, históricamente, Brasil es uno de los países del mundo líderes en producción y distribución de vacunas.
Los expertos no se cansan de repetir estos días que, queriendo, Brasil, con sus 212 millones de habitantes, tiene capacidad para vacunar a cinco millones de personas al día.
El problema es que faltan vacunas. De momento, tras más de un mes de campaña, se han aplicado 5,8 millones de dosis y hay poco más de un millón de brasileños inmunizados con las dos dosis, según datos del ministerio de Salud.
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La gestión del Gobierno de Jair Bolsonaro, que desde el principio cuestionó la eficacia y seguridad de las vacunas contra el Covid-19, explica la parálisis. En estos momentos Brasil está vacunando sobre todo con la vacuna del laboratorio chino Sinovac (gracias a un acuerdo al que llegó por su cuenta el Gobierno de São Paulo) y en menor medida con la de AstraZeneca.
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Este mismo martes, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), el órgano regulador, autorizó el registro definitivo de la vacuna de Pfizer. Es el primer país de América que lo hace, pero de momento servirá de poco: Brasil no tienen ningún acuerdo con este laboratorio, que hace meses llegó a ofrecer 70 millones de vacunas al Gobierno.
El ejecutivo de Bolsonaro se niega a comprar vacunas de Pfizer. Alega que la empresa exige que el Estado se haga responsable en caso de posibles efectos adversos de la vacuna.
El Congreso Nacional de Brasil está trabajando en una ley para ‘puentear’ a Bolsonaro y facilitar la llegada de más vacunas, cediendo a las exigencias de éste y otros laboratorios.