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Afganistán: los temores de que el país se hunda en la guerra civil cuando EE.UU. retire sus tropas por completo el 11 de septiembre

INTERNACIONAL / «Necesitamos cerrar el libro de 20 años de guerra». Así fue como un funcionario de Estados Unidos comunicó la noticia este martes de que retirarán a las últimas tropas estadounidenses en Afganistán el próximo 11 de septiembre. Foto tapa: La situación de seguridad en el país es muy precaria.

 

A pesar de sus intentos por lograr una paz, el Ejército Nacional de Afganistán se prepara para enfrentar más violencia.

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La noticia fue confirmada el miércoles por el presidente estadounidense, Joe Biden. «Es la hora de terminar la guerra más larga de EE.UU.», dijo el mandatario. Tras dos décadas de conflicto, ¿cómo es el país que 10.000 tropas de la OTAN -lideradas por EE.UU.- abandonarán?

Es un país dramáticamente diferente al territorio destruido y Estado paria gobernado por el Talibán que fue derrocado tras la invasión encabezada por EE.UU. en 2001, en respuesta a los ataques de 11-S. Pero este cronograma de retiro será decisivo. Podría acelerar un intento de lograr la paz, o descender en una violencia que triture la más abierta sociedad que ha estado echando raíces -por más lento y disparejo que sea- durante las últimas dos décadas.

«El mejor resultado posible que se podría esperar es que este cronograma de retiro sirva como un catalizador y un mecanismo para presionar a las partes afganas a llegar a un acuerdo político para septiembre o enfrentar una sangrienta guerra civil al estilo de Siria», advierte Tamim Asey, directora ejecutiva del Instituto de Estudios de Guerra y Paz en Kabul.

 

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Tropas de EE.UU. y la OTAN han sido objetivo de los ataques del Talibán durante mucho tiempo.

 

Pocos hubieran esperado que este último capítulo de la misión militar de EE.UU. se leyera de esta manera: un triunfante Talibán preparado para regresar al poder en el campo de batalla o a través de conversaciones de paz en las que tienen la mayoría de las cartas; los tan alardeados «adelantos» se están esfumando día a día en una ola de matanzas dirigidas contra la educada, activa y vital alma de una sociedad emergente.

Muchos afganos temen una recaída terrible hacia una guerra civil de un conflicto que ya ha sido descrito como uno de los más violentos del mundo.

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«Lo que más me preocupa es cuando le adjuntan cronogramas al retiro, pero no condiciones», se queja una activista de derechos humanos afgano. «El Talibán simplemente esperará a que se vayan y no se involucrará en temas sustanciales».

 

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Joe Biden heredó un acuerdo firmado entre Washington y el Talibán que no le dejó muchas opciones.

Es una opinión compartida por otros.
«Desearía que el presidente Biden hubiera condicionado el cronograma de retiro de tropas a cero matanzas en el terreno de todas las partes entre mayo y septiembre», reflexiona Orzala Nemat, directora de la Unidad de Investigación y Evaluación de Afganistán (AREU, por sus siglas en inglés).

Pero el alto funcionario del gobierno de EE.UU. que informó a la prensa el retiro fue enfático: «El presidente ha juzgado que una estrategia basada en condiciones, que ha sido la estrategia de las últimas dos décadas, es una receta para quedarse en Afganistán para siempre». También está la promesa de «utilizar todo nuestro juego de herramientas para asegurar el futuro al que aspira el pueblo afgano y que tenga la mejor oportunidad de que se lleve a cabo».

Pero la mejor ficha de negociación de Washington ha sido su poder militar. El retiro de todas las tropas extranjeras que apoyan a las fuerzas del gobierno afgano ha sido la meta constante del Talibán, mientras sus combatientes continúan ganando terreno poco a poco, distrito por distrito, a lo largo de un creciente número de provincias.

 

 

Muchos temen que los derechos de las mujeres en Afganistán sufrirán a manos de los señores de la guerra y el Talibán.

 

El presidente Joe Biden no encontró buenas opciones sobre el escritorio cuando heredó el acuerdo del año pasado entre EE.UU. y el Talibán, que comprometía a Washington a retirar sus tropas para el 1ro. de mayo a cambio de garantías de seguridad de parte del Talibán y un compromiso más vago de reducir la violencia y perseguir un diálogo de paz.

La seguridad de Estados Unidos -la razón que inició el envío de tropas- tenía que ser un factor decisivo. Y se espera que otras fuerzas de la OTAN sigan el ejemplo de EE.UU. «Esto no es 2001, es 2021», fue como un alto funcionario de EE.UU. contestó a la pregunta sobre la amenaza que representan grupos como al Qaeda y Estado Islámico, que todavía tienen presencia en Afganistán.

«Estimamos que la amenaza contra nuestra nación que ahora emana de Afganistán está a un nivel que podemos abordar sin una persistente huella militar en el país y sin continuar en guerra contra el Talibán». «La decisión siempre se iba a dar desde un punto de vista político más amplio sobre los intereses estadounidenses a gran escala y, desde esa perspectiva, la decisión tienen sentido», dice Laurel Miller, directora del Programa Asiático del Grupo de Crisis Internacional y exfuncionaria del Departamento de Estado de EE.UU.

 

 

Las niñas no tienen oportunidad de ira a la escuela más allá de sus primeros años en zonas contraladas por el Talibán, señala la analista Kate Clark.

 

Pero pronto llegan los lamentos.
«Es una tragedia que EE.UU. no se esmerara mucho antes en tratar de armar un proceso de paz en Afganistán, antes de que se acabara el impulso», comenta Miller, que estuvo involucrada en algunos de los primeros intentos de explorar soluciones negociadas. Ahora será el esmero de los líderes afganos, de todas las partes en este conflicto, lo que será crucial.

«Las voces del pueblo afgano son muy claras y unidas haciendo un llamado a la paz, justicia y preservación de los valores nacionales y democráticos», resalta Nemat de AREU. «Pero la élite política todavía sigue tratando de maximizar su porción de poder compartido, en lo que ven como una oportunidad de afianzarse en el poder igual a la de 1992».

La historia crea sombras largas y oscuras en Afganistán. Muchos de los mismos políticos poderosos y señores de la guerra que se atacaron mutuamente en una furiosa guerra interna después del retiro de tropas soviéticas en 1988 han sido colocados al frente del proceso de negociación que se ha estado formando.

 

Existe la opinión de que solo ellos tienen la influencia necesaria para llegar a un acuerdo con el Talibán. Pero también está la preocupación de que ellos no pueden ni quieren representar al Afganistán de 2021, incluyendo a las víctimas de crímenes de guerra, mujeres activistas y la más amplia sociedad civil.

Hay un revoltijo de planes de paz de rivales políticos, incluyendo el grandioso proyecto del despacho del presidente Ashraf Ghani. Un Alto Tribunal de Reconciliación Nacional tendrá primero que reconciliar las perspectivas enfrentadas en Kabul. En cuanto al Talibán, ellos siguen obsesionados con la promesa incumplida de EE.UU. de retirarse por completo para el 1ro. de mayo.

«Hasta que todas las fuerzas foráneas no se retiren por completo de nuestra patria, el Emirato Islámico no participará en ninguna conferencia que tome decisiones sobre Afganistán», anunció en Twitter el portavoz del Talibán, doctor Mohammed Naeem, unas horas antes de que se divulgara la noticia de la decisión tomada por EE.UU.

 

La conferencia a la que alude ahora es una «conferencia inclusiva y de alto nivel» auspiciada por Turquía, Qatar y Naciones Unidas, programada para el 24 de abril en Estambul. Es un elemento crucial en el nuevo rompecabezas del gobierno de Biden. Se le ha dado un papel protagónico a la ONU, a medida que se incrementan los esfuerzos por reactivar las conversaciones de paz así como lograr un consenso entre los poderes regionales, cada uno con sus representantes afganos.

En el estado árabe de Qatar, donde equipos de negociadores del Talibán y del gobierno afgano se han estado reuniendo esporádicamente desde septiembre, se escuchó a unos talibanes usar la expresión inglesa «la pelota está ahora en nuestro campo», en reacción a la noticia del postergado retiro de EE.UU. Ellos siempre han insistido en que buscan la paz.

 

«El liderazgo Talibán no ha dado señales de querer la paz, pero sí todas las señales de querer seguir un camino hacia el poder a través de la guerra», declara Kate Clark, codirectora de la Red de Analistas de Afganistán.  La tradicional «temporada de combates» se cierne en medio de informes sobre una violenta campaña que el Talibán tiene preparada; las fuerzas del gobierno afgano también se alistan para la batalla.

«¿Quién conservará el progreso logrado en los últimos 20 años si se empeora la guerra civil o el Talibán captura territorio?», se pregunta Clark. «Donde hay conflicto, las libertades se evaporan; donde el Talibán gobierna, son tan autoritarios como antes y pocas niñas van a la escuela más allá de los primeros años en las áreas controladas por el Talibán».

Consciente de este tema candente, EE.UU. se esfuerza por señalar que va a «trabajar con otros países mediante herramientas diplomáticas, económicas y humanitarias para proteger los logros hechos por las mujeres afganas». «Biden se quiere salir de la guerra afgana, pero no de Afganistán», indica Asey, del Instituto de Estudios de Guerra y Paz, esforzándose por poner una buena cara en este momento coyuntural crítico.

A medida que EE.UU. busca «cerrar el libro» de su guerra más larga, las mentes afganas están agudamente enfocadas en el siguiente capítulo de su propia guerra más larga y sin fin.

 

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