Luego del lanzamiento del programa Precios Transparentes, la gente se resistió a comprar en cuotas si el precio resultaba superior al contado.
La confusión generada por el programa Precios Transparentes que lanzó la secretaría de Comercio tuvo su correlato en un desplome del «Ahora 12», que fue diseñado originalmente para incentivar la compra de productos nacionales en cuotas. Los datos que están en poder de la Jefatura de Gabinete muestran un marcado descenso en el uso de este programa, repercutiendo muy negativamente en los niveles de consumo en febrero.
El público se mostró desorientado ante el cambio abrupto en la modalidad de compra. La iniciativa de transparentar los precios al contado y reflejar la financiación por el pago en cuotas resulta inobjetable desde lo técnico. Y procura que la Argentina entre en un terreno de «normalidad» también este campo. Se trata de mostrar el verdadero precio de los productos cuando se compra al contado (ya sea en efectivo o en una cuota con tarjeta) y explicitar cuál es el costo de comprar en cuotas.
Pero en la práctica costó acomodar tanto a los comercios como a los consumidores. El resultado fue una pobre rebaja de los precios al contado y un incremento bastante notorio para las operaciones a 12 ó más cuotas, superando ampliamente los valores que regían hasta enero.
La gente se resistió –al menos durante este mes- a comprar en cuotas si el precio resultaba superior al contado. «No le podemos exigir al consumidor que compare el costo financiero total de un producto en relación a la inflación esperada para ver si le conviene comprar en cuotas o al contado», explicaba el ejecutivo de una gran marca de electrodomésticos en una reunión esta semana.
La gente se resistió a comprar en cuotas a un precio
mayor que el de contado.
En el gobierno esperan que los bancos compitan
para financiar las compras a tasas más bajas.
La indumentaria habría sido el rubro más afectado por el bajón de ventas del mes, por encima de los electrodomésticos. Muchos locales que venden marcas importadas o dependen de cadenas internacionales no fueron autorizados a aplicar rebajas por ventas al contado. Pero sí tuvieron que reflejar en el precio el efecto de la financiación en cuotas. Resultado: el gran perdedor fue el consumidor. Desde la secretaria de Comercio, a cargo de Miguel Braun, descartan cambios en el plan. Y apuestan a que el tiempo irá acomodando los comportamientos de los comercios y del público. «Esperamos que haya más competencia en bancos para financiar a tasas de interés más bajas y también que los precios al contado sigan cayendo», señaló el funcionario.
La disminución de 8,5% del Indice de Confianza del Consumidor que midió la Universidad Di Tella en febrero estaría marcando este deterioro de la «sensación térmica» de la gente. Más aún cuando la pérdida más grande se dio entre los encuestados de mayores ingresos (-12,5%).
Nadie discute que los productos reflejen su verdadero precio. Pero lo que sí está en duda el momento elegido para hacerlo, justo cuando la economía empieza a dar señales de recuperación. El margen de error ahora se achica, ya que la proximidad del calendario electoral requiere una mejora bastante rotunda de las variables para mejorar las chances del gobierno.
El propio INDEC reflejó que en diciembre la actividad económica ya creció a un ritmo de 1,6%. El justificado temor empresario es que una vez más se aborte la salida de la crisis por una medida tomada a destiempo.
El consumo sigue siendo un elemento fundamental para que la reactivación. La pregunta que comparten ahora gobierno, empresarios y economistas es hasta qué punto se recuperará el poder adquisitivo del salario durante el año.
El resultado del 2016 fue contundente: la economía cayó 2,3% y el salario en promedio perdió cerca de 7% en relación a la inflación. Por eso este año es imprescindible que los sueldos se recuperen si el objetivo es que la economía crezca 3,5% como sostiene el gobierno. Pero aquí tampoco las señales resultan muy claras.
Mauricio Macri reiteró en España que las paritarias «son libres», aunque al mismo tiempo dio a entender que no pueden perderse de vista los objetivos de bajar la inflación que tiene el gobierno. En otras palabras, no se puede exagerar con los aumentos salariales porque esto tendría consecuencias inflacionarias. Claro que al mismo tiempo es la recuperación del salario lo que permitiría una mejora de la actividad.
El esquema que negoció la provincia de Buenos Aires con los empleados estatales y que ahora se quiere repetir con los docentes no representa en la práctica una mejora salarial real. Al ajustarse un 4,5% en forma trimestral, los sueldos prácticamente evolucionan al ritmo de los precios. No hay margen en este esquema para una mejora del poder adquisitivo tras la pérdida del año pasado. La cláusula «gatillo» en este caso sólo corrige en caso de que el índice de precios supere la meta trimestral.
En las paritarias está en juego si se privilegiará la meta
de 17% de inflación o la de 3,5% de crecimiento.
Ambas al mismo tiempo ya parece imposible.
Es distinto el caso de los bancarios. También cerraron la paritaria con una cláusula que ajusta en caso de que la inflación supere el 19,5% en el año. Pero ya de arranque recibieron un 24%. Esto significa que durante todo el año los salarios le habrán sacado ventaja a la inflación, mejorando el poder de compra de los empleados.
En definitiva lo que están en juego en las paritarias es si se privilegia más crecimiento a costa de una inflación mayor a la meta del Central. O si por el contrario el gobierno prioriza el 17% del Central, pero con menor crecimiento a causa de una evolución más débil del consumo.
El titular del BCRA, Federico Sturzenegger, también aportó lo suyo en medio del debate por las paritarias que se avecinan y abrió el paraguas. «No es cierto que los salarios no puedan aumentar más que nuestra meta sin afectar el objetivo del 17%. Todo depende de cómo se distribuye el aumento a lo largo del año», explicó durante e encuentro organizado por el IAEF. En otras palabras, no es lo mismo arreglar un 25% todo junto en enero que un convenio similar pero con subas en cuotas que arrancan en abril y llegan hasta marzo del 2018. En este último ejemplo, la mejora salarial resulta mucho menor en el promedio del año.
Miguel Bein, el economista que acompañó a Daniel Scioli durante la campaña del año pasado, ya rebajó su pronóstico para el 2017 justamente porque no está claro hasta qué punto habrá una recomposición de los salarios. En su modelo, los sueldos le deberían ganar a la inflación y al dólar en 2017 para impulsar el consumo con más energía. Pero ahora estima que el efecto ya no será tan contundente y revisó su proyección para el año desde un demasiado optimista 5% al 4,2%, todavía por encima de la proyección oficial