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DEPORTES | FÚTBOL | Nahuel Molina dio sus primeros pasos en Náutico Fitz Simon de Embalse, lo que fue el puntapié inicial para que hoy brille en Udinese de Italia y además, viaje a la Copa América con Argentina.
En la casa de los Molina – Lucero en Embalse todo es alegría. La familia y particularmente su padre Hugo, con quien se entiende a la perfección al hablar de fútbol, disfrutan el presente que le toca atravesar a Nahuel, el chico de 23 años que se formó en las inferiores de Náutico Fitz Simon de Embalse y ahora disputará la Copa América en Brasil junto a la selección de Scaloni.
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“Nos genera una felicidad y emoción tremenda porque si bien uno imagina cosas con la trayectoria de él, la selección mayor tiene mucho significado”, dispara Hugo, ex futbolista, quien reconoce que la familia “algo le transmitió” al joven de 23 años que hoy brilla en Udinese, de la Serie A de Italia.
Desde que se inició en el fútbol, Nahuel demostró ser diferente. En la Liga Regional Riotercerense siempre sobresalía, cuenta su padre Hugo. Y agrega: “En su categoría (98’) no jugo casi nunca, lo hacía en la 97’. Siempre jugaba con chicos más grandes”.
La relación entre los Molina y el fútbol nació hace muchos años. Primero mediante su bisabuelo como presidente en Alumni, luego siguió el legado con su abuelo en lo que hoy es Fitz Simon, y después con Hugo, quien jugó en primera y fue DT.
Es por eso que los Molina y el fútbol tienen una vinculación inquebrantable. “Actualmente juego, veo y respiro fútbol”, remata Hugo.
Una alegría compartida
El apellido Molina – Lucero parecía que quedaba afuera de la lista que Scaloni tenía en mente para disputar la Copa América en Brasil. Sin embargo, Molina padre comentó que su hijo Nahuel le dijo: “estoy muy tranquilo papi” y transmitió mucha felicidad.
“Hemos hablado de los entrenamientos, me veo bien considerado por el DT”, agregó Nahuel en diálogo con su padre tras haber sido notificado de que viajará a Brasil.
El desarraigo familiar
Muchos niños desde pequeños sueñan con ser futbolista profesional, lograr un reconocimiento mundial y poder consagrarse en el más alto nivel. Lo cierto es que son pocos los que pueden alcanzar la meta, a veces por cuestiones de suerte, otras por no poder superar los obstáculos que demanda el proceso de formación.
Un ejemplo de perseverancia es el de Nahuel. A los 11 años sus papás “lo dejaron en Buenos Aires”, a lo que Hugo recordó que fue una decisión muy difícil de tomar.
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“El acompañamiento familiar es importante para no cortar la pasión. Veíamos que amaba el futbol”.
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Nahuel en Buenos Aires y sus padres acá, en Embalse. Ellos, familia trabajadora, “económicamente estábamos mal” reconoce Molina, sus padres acompañaron en todo momento el trayecto del por entonces juvenil. “Teníamos que pedirle a la Municipalidad pasaje para viajar”, dice Molina.
Un pueblo feliz
Embalse es una localidad de aproximadamente diez mil habitantes, donde prácticamente, se conocen entre todos. El desembarco de Nahuel en la selección revolucionó la ciudad que se ubica en el departamento de Calamuchita.
“Lo de la gente es bárbaro. Los llamados y los mensajes son innumerables. La gente llora en la calle y el cariño para Nahuel y para nosotros es permanente”.
Más allá de que su presente hoy lo encuentra en Italia, Nahuel nunca pierde el contacto con sus amigos de la infancia. “El sigue jugando a la play con sus amigos de Fitz Simon, está en contacto permanente con los chicos”, señaló Hugo.
Después de casi veinte minutos de charla telefónica, la entrevista está por finalizar. Antes del saludo final, Hugo lanza el próximo sueño a cumplir y donde le gustaría ver a su hijo: “Lo de la selección es extraordinario, esperemos que le den minutos en Brasil e ir a Qatar con la Selección«.
“El otro anhelo que tengo es sentarme en la tribuna y verlo en la Champions”.