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DEPORTES/FÚTBOL/ Fernando Gallo es un trotamundos del fútbol. Debutó en Argentina, pasó por Perú, Bolivia, Uruguay, El Salvador y Guatemala, donde se consolidó como goleador y dejó un gran recuerdo. Su historia.
La carrera futbolística del goleador bravo Fernando Gallo es digna de recordar. Su paso por el fútbol dejó una huella en un destino muy particular. Lejos de los flashes de las cámaras, de los grandes lujos de Europa y los millones de euros, el apellido Gallo es palabra mayor en el fútbol de Centroamérica, principalmente en Guatemala, donde transitó gran parte de su carrera como jugador. «Guatemala es parte de mi vida, soy casi un guatemalteco más, pero mi lugar es Río tercero», dice orgulloso.
En su carrera consiguió un récord que aún ostenta. Con 107 tantos, es el máximo goleador argentino en torneos cortos de aquel país. «La gente me recuerda, no paso desapercibido, pero soy un tipo más, quedó atrás la parte del fútbol, no me alimento del pasado», cuenta el ex jugador.
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«Como la mayoría de los chicos que sueñan con jugar al fútbol me toco pelearla en distintos lugares. El fútbol en Argentina es muy difícil, muy competitivo. Dentro de lo difícil necesitas mucha suerte que te acompañe, el respaldo de un buen representante y eso no siempre se da. A veces llegan jugadores que son del mismo nivel que uno, o más bajo y hay otros de mejor nivel que no pudieron triunfar«. Esas fueron las palabras que elige el oriundo de Río Tercero para ilustrar lo complejo que es para quienes aspiran a cumplir este sueño.
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Quien desde chico tiene el deseo de volcar su vida al fútbol con todo lo que implica, su máximo sueño es debutar en algún grande de Argentina y después dar el salto a Europa. «Uno apunta a jugar en Argentina, de chico uno piensa que hacerlo ahí es jugar en los equipos grandes. Lucas Valdemarín (NdeR: otro riotercerense que jugó en el profesionalismo) me decía lo importante es llegar a Primera, no importa si es Boca, River o Platense» y agrega que por «pensar en jugar en un grande, desperdicié oportunidades«.
Un trotamundos
«Lo importante es conseguir un nombre en el fútbol» dice Gallo. Esa frase que lo identifica, lo llevó a jugar en algunos lugares insólitos para un jugador argentino. Firmó su primer contrato profesional a los 21 años con Sportivo Italiano, tras un previo paso por inferiores de River, Platense y Newell’s. De ahí se fue a Santiago Morning de Chile y por cuestiones organizativas ajenas a su persona, no se pudo instalar y se mudo al Alianza Atlético de Sullana, del futbol peruano.
En Perú vivió «el profesionalismo a pleno«, estaba viviendo mi sueño, contó, aunque no la pasó bien por las altas temperaturas y la falta de adaptación a las costumbres peruanas. Después de seis meses, una propuesta para ir al fútbol boliviano lo convenció. Unión Central de Tarija contrató sus servicios: «me fue pésimo, me fui a los tres meses porque no nos pagaban», contó Gallo.
«Mi carrera siempre estuvo marcada por decisiones incorrectas».
Vuelta a su ciudad natal
Tras la mala experiencia en Bolivia, Gallo decidió retornar a Río Tercero y se iba a encontrar con un hecho que le significó «un cambio drástico« en su carrera. «Mis papás no sabían que iba. Yo iba a dar a sorpresa y a la sorpresa me la llevé yo con la separación de mis padres. Fue muy duro y un cambio drástico en mi carrera«, rememoró.
Tras el hecho decidió permanecer en la ciudad. Su ánimo se vino abajo y el sueño de ser jugador se derrumbaba. Recibió llamados de su representante que le propuso varios destinos para seguir cumpliendo el sueño. Pero Fernando quería estar en su casa, en su tierra natal, con su familia.
Terminó el secundario en la ex E.N.E.T (hoy Ipet Nº 266 Gral. Savio). Tuvo un paso fugaz por Atlético Ascasubi y desde allí se sumo al plantel de Sportivo 9 de Julio para disputar el Argentino B de la mano del Pelusa Urruti. Tras un gran paso por el Patriota, armó sus valijas para continuar en la Liga Beccar Varela. Jugó en Ucacha, le ofrecieron vivir allí pero su destino no lo encontraba en ese pueblo.
En busca de revancha
Gallo fue en busca de revancha y su carrera lo llevó a Deportivo Roca de Río Negro. Un representante le consiguió pruebas en Uruguay y recaló en Deportivo Maldonado. Allí conoció a la familia Forlán, por ese entonces Pablo, padre de Diego, gerenciaba Getafe de España, adonde no pudo llegar por falta de acuerdo entre clubes. Tras un buen año allí en Uruguay, su entrenador se lo llevó a Honduras y no la pasó para nada bien.
En Broncos de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras tuvo un año complicado. No le pagaban su salario, vivía en un hotel y como su club no lo pagaba, le negaban la comida. «Pasé hambre«, recuerda el goleador.
La tierra del goleador
En enero de 2007 llegó a Coban Imperial, un club que «cumplía con todo«. «En Guatemala encontré mi lugar», dice el delantero. Luego fue transferido a Suchitepéquez, donde sus goles se hicieron esperar más de lo pensado. «Cuando llegué, ya llevaba tres partidos y no había podido convertir. Acá la paciencia es muy corta, te echan«, recordó Gallo.
Pero como todo goleador de raza, rompió la sequía en el momento justo. Ese fue un punto de inflexión en su carrera en Guatemala. Luego de su primer gol, en una fecha por el campeonato contra uno de los grandes (puso como referencia Boca-River para entender la magnitud) convirtió 3 goles en el triunfo 5 a 4 de su equipo y «eso cambió mi carrera», afirmó.
A partir de allí, el nombre de Fernando Gallo comenzó a cobrar popularidad en el fútbol guatemalteco. Dejó grandes goles y recuerdos en Deportivo Jalapa, Xelajú, Deportivo Mictlán, Juv. Retalteca, USAC, Halcones, Guastatoya (todos equipos de Guatemala) y en su ultimo paso por Sonsonate, de El Salvador, un desprendimiento de retina en uno de sus ojos obligó a adelantar el retiro.
«Le gané la lucha al futbol, quizá no era un talentoso pero superé todas las adversidades y contratiempos que se presentaron».
Retirado de la actividad, comparte su vida con sus hijos y se toma 2 o 3 horas al día para entrenar a grupos de niños, lo que le permite llevar una vida tranquila en Guatemala. Además, afirma que en Río Tercero no ganaría lo mismo por la tarea que realiza. A modo de ejemplo, cuenta que un jugador de segunda categoría cobra en un mes lo que en Argentina ganaría en 6-7 meses.
«Compré la casa en Río Tercero con la ilusión de volver. Mis hijos quieren volver allá, ya pasó la etapa de futbolista, hoy quiero la familia».
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«En Río Tercero no sería fácil, pero si sería feliz»
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Asimismo, por ahora está lejos de calzarse el buzo de DT y prefiere continuar entrenando a los niños, lo que le da una cierta estabilidad. «No me quita el sueño dirigir, se que en algún momento lo voy a hacer«, expresó.
En su carrera profesional compartió vestuarios con grandes jugadores como Guillermo Pereyra, Pablo Aimar, Hugo Campagnaro, con quien mantiene una amistad. «Lo que más se valora en el futbol son las amistades. No se compara con nada«.
«Al final de mi carera pude decir que cumplí el sueño de vivir del fútbol. Luché tanto que conseguí llamarme futbolista profesional, pero no llegué al nivel que quería» dice orgulloso, aunque le quedó una espina por no haber triunfado en Argentina y haber alcanzado nivel europeo.