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INTERNACIONAL / El hecho ocurrió en Solha, al noreste del país. Allí, un grupo de yihadistas utilizó a los menores para que robaran y mataran a todo el poblado.
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Si bien no se conocen los motivos por los cuales se llevó a cabo semejante acto de violencia ni ninguno de los grupos yihadistas que actúan en la región se lo adjudicó –JNIM, el socio local de Al Qaeda, condenó el hecho mientras que ISIS los culpó-, todo parece indicar que el hecho está relacionado con el oro. Esta práctica se ha ido asentando en el último tiempo como la principal fuente de ingresos de estos grupos terroristas, que utilizan lo que llaman minas informales para explotar este metal precioso.
La masacre de junio comenzó la noche del día 4, cuando más de 100 yihadistas en motos y otros en vehículos de poca cilindrada llegaron a las minas de Mousinga, un pequeño asentamiento al este de Solhan, y comenzaron a matar a quienes se encontraban alli descansando luego de trabajar en la mina. Uno de los mineros que pudo sobrevivir al hecho habló con CNN bajo la condición de anonimato: “Tenían la cara oculta con pañuelos”, dijo y añadió: “Eran muchos en motos y empezaron a disparar. Empecé a correr por mi vida, durante 30 kilómetros, toda la noche, para ponerme a salvo”.
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Los primeros tiros se escucharon a las 2 de la madrugada, según el relato de testigos, y estuvieron dirigidos a aquellos obreros que estaban durmiendo afuera de las minas. “La mayoría de ellos duermen fuera, en el sitio. No pueden dormir dentro, y tampoco van a casa. Normalmente, solo unos pocos entran en el pozo a última hora de la noche, y la mayoría sale por el calor”, dijo el mismo testigo. Esto le facilitó la tarea al grupo yihadista, ya que solo se encontró con gente durmiendo y no encontraron resistencia mientras los asesinaban a todos.
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Aquellos que estaban dentro de las minas cuando todo ocurría siguieron dos caminos, algunos salieron corriendo para intentar salvarse y otros se quedaron escondidos hasta la mañana siguiente. Quienes optaron por la primera opción fueron asesinados, mientras que quienes se quedaron escondidos pudieron sobrevivir la noche.
Pero esto no era todo, una parte de la caravana yihadista se separó del resto del grupo y fue directo a la aldea. Allí también se produjeron asesinatos a mansalva y se secuestraron niños de todas las edades. Los testigos cuentan que dentro del grupo había muchas mujeres, y estas indicaban a los niños armados a entrar a una u otra casa y a matar a una u otra persona. Además, el activista por los Derechos Humanos de Burkina Faso Abdou Hoeffi dijo a CNN que las mujeres alentaban a los jóvenes como porristas: “¡Eres un buen tirador! ¡Tu puedes!”.
Los atacantes se retiraron al amanecer y quienes habían logrado sobrevivir salieron a eso de las 5 de la mañana a ver los daños. Uno de los testigos, también en conversaciones con aquella cadena de noticias internacional declaró: “No podía contar el número de cadáveres que había en el arcén de la carretera. Fueras a donde fueras había cuerpos tirados”. Lo mismo había ocurrido en la mina, donde otro testigo pudo ver que todos estaban muertos: “Descubrimos que todos murieron en el pozo. Hice hasta ocho viajes con una moto taxi para llevar los cadáveres”.
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