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NOTA DE OPINIÓN / JOAQUÍN ESCRIBANO
Somos testigos, los riotercerenses, del comienzo del fin de un ciclo político: el ciclo de la Unión Cívica Radical. Con el comienzo del año 2023 llegamos a los 20 años de gestión radical en nuestra ciudad, gestión que ha generado más bajas que altas en la balanza final y que, lejos de tener que ver con una cuestión netamente de tiempo, han sido gestiones que fueron poco a poco desplazando a Río Tercero del lugar preponderante y protagónico que supo tener.
Este desplazamiento no se debió a cuestiones ajenas a las decisiones políticas, todo lo contrario: fueron las decisiones de quienes gestionaron la ciudad, en los últimos 20 años, las que nos dejaron en una ciudad decaída y estancada.
Pero antes de continuar con meras adjetivaciones y acusaciones que, a priori, parecen ser abstractas, hagamos un poco de historia. Usted lector, lectora, sabrá que este ciclo de la Unión Cívica Radical comienza en el año 2003, bajo la intendencia del Dr. Luis Brouwer de Koning, quien fue anteriormente intendente de la vecina localidad de Villa Ascasubi en el período 1991-1995. El período del intendente foráneo en Río Tercero se extendería hasta el año 2007, para ser reelecto y gobernar hasta el año 2011.
Los invito a que realicemos un repaso, en este primer fragmento, de lo que fueron los principales acontecimientos políticos de este período, y sus posteriores consecuencias.
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Analicemos, en primer lugar, el inolvidable cobro de la Tasa de Comercio e Industria a Contribuyentes de Extraña Jurisdicción, más conocido como “impuesto a la valija”. El cobro de este impuesto era, desde el vamos, polémico: el mismísimo Consejo Profesional de Ciencias Económicas de nuestras ciudad recomendó no aplicar el cobro de la mencionada Tasa, por las ambigüedades y poca claridad de la misma: no generaba retribución alguna al pueblo de Río Tercero (recordemos que la definición de Tasa es “tributo cuya obligación se fija sobre un contribuyente individual en oportunidad de la prestación de un servicio estatal”).
Desoída esa y muchas otras recomendaciones, el impuesto se cobró y generó un enorme problema para la ciudad: el Municipio afrontó 33 demandas presentadas por empresas tales como General Motors, Eco Agua SA, Lindabell SA, Agro Jet SA y Renault Argentina, derivadas de un fallo de la Corte Suprema de Justicia que estableció el cobro del tributo en los márgenes de la ley.
Las cifras a pagar fueron millonarias, dado que se exigió devolver lo cobrado, y endeudó enormemente a nuestra ciudad. Tanto es así, que obligó posteriormente a ubicar a la ciudad en Emergencia Económica (pero lo analizaremos luego, con las gestiones de Alberto Martino).
Pasemos a otro tema: la millonaria “remodelación” de la terminal de ómnibus. Habrá visto que he ubicado la palabra remodelación entre comillas, y es que no fue tal. El arreglo costó, en el año 2009, 2,6 millones de pesos, el equivalente en dólares en aquel momento a USD$686.000 (a dinero de hoy en pesos serían, aproximadamente, unos $260 millones). La remodelación fue, en realidad, un arreglo del techo, manos de pintura y apenas un reacomodo de los locales comerciales.
El dinero utilizado es irrisorio y despierta, al menos en mi, muchísimas dudas, siendo que hace días atrás la lluvia ingresaba a través del techo cual colador de cocina, y los baños están exactamente igual que antes de esta supuesta remodelación. En fin, sin más rodeos: una remodelación fantasma.
Continuaremos, en una pronta entrega, analizando este comienzo de fin de ciclo…