El Ojo Web Información periodística de Río Tercero y la región
__
RÍO TERCERO// NOTA DE OPINIÓN// Por Joaquín Escribano
Más de 1.000 millones de personas en todo el mundo tienen uno o más tipos de discapacidad. La forma en la que están diseñadas la mayoría de las ciudades, hace que sus necesidades les impidan participar plenamente de ellas.
PUBLICIDAD
Como consecuencia de estas limitaciones, las personas con discapacidad pueden experimentar dificultades en el acceso al empleo, o a servicios como la salud, la educación, el deporte, etc. Esto se traduce en un círculo vicioso, que genera el doble de posibilidades para las personas con discapacidad de vivir bajo la línea de pobreza, lo que es una vulneración de los derechos humanos básicos y un obstáculo para el bienestar social.
La discapacidad estuvo relacionada, desde siempre, únicamente con las dificultades de las personas para ver, oír o caminar sin necesitar ayuda, apartándolas o tratándolas como un ente externo a la sociedad. Es necesario tomar conciencia, como comunidad, de que la forma en que diseñamos nuestro entorno afecta al grado en que todas las personas puedan participar plenamente de la ciudad.
El objetivo no es crear programas y espacios burbuja que solo sirvan a personas con discapacidad, sino ciudades inclusivas que sirvan a todos. Para ello, debemos diseñar nuestros programas desde otra perspectiva, alejándonos de abordarlos desde la exclusión, y focalizando nuestro esfuerzo en conseguir una inclusión transversal.
En este sentido es que debemos preguntarnos: ¿En qué consiste una ciudad inclusiva? La respuesta no se agota en el otorgamiento de fondos ocasionales, desde el Estado Municipal, para cuestiones puntuales que sirvan de parche. Por el contrario, y como mencionaba anteriormente, la respuesta es transversal y mucho más acaparadora.
Una ciudad inclusiva debe tener como premisa fundamental la accesibilidad, entendiendo a ésta como una característica de los espacios, que permite a toda la comunidad participar de las actividades, al margen de sus capacidades o habilidades individuales. Significa también el acceso a una vivienda adecuada, con equipamiento diverso e inclusivo cuando sea necesario; la incorporación, lo máximo posible, de personas con discapacidad en los procesos y programas, para que todos podamos tener tantas oportunidades como sea posible y conseguir nuestra realización integral como individuos pertenecientes a una comunidad.
Para lograr todo esto es necesario que, como Estado Municipal, gocemos de un marco ético sólido que nos permita actuar de manera coherente para hacer posible que la ciudad funcione bien en términos de gestión territorial, vivienda, servicios públicos y uso del espacio público. Este marco teórico debe estar alineado, además, con los principios de las Naciones Unidas y su Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Hablar de Ciudad Inclusiva no debe hacerse de forma demagógica y oportunista,
debemos encarar estas cuestiones con la seriedad y responsabilidad que corresponde, entendiendo que una comunidad organizada e inclusiva debe abrazar a toda la ciudadanía por igual.
