En los años ´80 en los meses de agosto y setiembre las tormentas de tierra ya arena eran muy comunes. En aquellas ocasiones había que cerrar puertas y ventanas para mitigar los castigos meteorológicos. No sólo eran tormentas de viento y arena, además eran acompañadas por «yuyos voladores» muy característicos de los campos pelados de la siembra del maíz.
Partiendo desde la plaza San Martín, hasta el la calle Uruguay nos acompañan los árboles de “palo borracho”, tras virar a la izquierda rumbo al sur, y encontrar el edificio del Cine Cooperativa, los recuerdos de aquel espacio donde hasta hace 10 años, se proyectaban dos películas, y como no recordar los carnet de socios, de tamaño 10×10 tipo cartulinas con foto blanco y negro.
La panadería de Pobor, todavía larga ese olor característico de la levadura de la elaboración de pan, de bizcochos y facturas que hace más de 40 años fabrican,
La tristeza y los remembranzas recorren mi rostro, y mi compañero de viaje se da cuenta de mi mirada. Tras, seguir el camino, viento en contra nos dirigimos hacia el fondo de la calle Uruguay, atravesamos la calle Independencia y entramos en las dos últimas calles de tierra, a mano izquierda está el recordado galpón de Los Obreros. Empresa que por años se dedicaba al transporte de pasajeros entre Río Tercero y Córdoba.
Y allí las imágenes de una infancia, llena de campitos, de chozas arribas de los árboles, de la vecina que hacia “destrabes” o de la recordada inundación del ´78 que derivó en la obra de canal desagüe. O aquellos años donde las simulaciones con apagones incluidos dispuestos por la dictadura militar o la llegada de abejas africanas son parte de un recuerdo de miles de rioetercerenses, y de mitos y creencias de pueblos, que de generación en generación se trasladan.
El pequeños viaje, a mi infancia con mi amigo el burro, merece una merienda, con un mate cocido y una bolsa de biscochos, harán que el pasado y el presente se junten. Por lo menos, así lo siento.