POR JUSTO DAGORRET. Vivir en Brasil hace casi un año, me ha permitido aprender sus costumbres, por consecuencia me ha significado conocer múltiples facetas; religiosas, de costumbres, políticas y sociales. Llegué a la conclusión que ganó la antípoda de la corrupción: la ultraderecha.
En lo que respecta a la política en Brasil, a principios de este año, me llamaba la poderosa atención sobre el pensamiento militar contemporáneo de gente común, de empresarios, de profesionales que hartos de la corrupción el pensamiento de Bolsonaro era el camino más reparador y esperanzador.
Este ultimo coorelato está sustentando, donde la sociedad a principios de este año miraba con reojo las distintas instancias de la Justicia brasilera condenando a Lula, el mayor exponente del Partido Trabajador. Por aquellos días, el Tribunal Superior de Justicia, tuvo que dar y jutificar sus votos ante la opinión pública, transmitida en vivo por la red Globo.
Televidentes de todos el territorio, con un ranking de 30 puntos, miraban como conocidos militares brindaban su opinión. Generales de alto rango manifestando que se tiene que respeta la democracia, ya que Lula que fue condenado por las distintas etapas judiciales. Por consecuencia si sale libre, nos veremos la obligación de restituir ese error democrático.
Finalmente, Lula, condenado por corrupción y blanqueo de dinero y rechazado el Habeas Corpus por la Corte Suprema de Justicia, debería purgar su condena en la cárcel.
La fuerza política de derecha había entrado de lleno en los corazones de los brasileros. Bolsonaro, tomó nota de lo sucedido y fue más allá, tradujo un mensaje duro, la corrupción se paga y en definitiva es el principal tema que atañe a la población.
También me llamó la atención el gran auge de la iglesia evangélica en el país. Un territorio espiritual desolado y fértil dejado por la doctrina católica. Los evangelistas no solo lo absorvieron, además lograron tener una alta participación en la vida políticia del país, en estas últimas elecciones.
Para decir de Haddad, opositor de Bolsonaro que es la representación del populismo que tiene una base del 30%. Es la misma cantidad de pobres que existe en Brasil que Argentina.
El brasilero, quiere dejar atrás el populismo, el lava jato, el caso Petrobras, quiere y necesita cimentar sus bases políticas sin fisuras y Bolsonaro se las brinda. El nuevo Presidente manifiesta que en sus ministerios habrá médicos en Salud, contadores públicos en Hacienda y los tibios no tendrán cavida en su gobierno.
Llegó la hora de la ultraderecha, tendrá que avalar con sus actos que 210 millones de personas pretender tener un mejor futuro.