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NOTA DE OPINIÓN / FIESTA CLANDESTINA Y/O REUNIONES NO PERMITIDAS / Aquel que da explicaciones sin aparente necesidad suele ser porque realmente necesita darlas. La foto de la fiesta clandestina en la casa presidencial de Olivos, con la presencia del actual Presidente Alberto Fernández, junto a la primera dama Fabiola Yanez en plena cuarentena estricta a mediados de julio del año pasado mostró lo peor de la política.
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Este portal durante casi todo 2020 y parte de 2021 cronicó sobre cientos de fiestas clandestinas, donde los organizadores de fiestas clandestinas o reuniones familiares no permitidas, fueron imputados por la violación al código penal por fiscales del Ministerio Público.
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En lo jurídico remarco que sobre el artículo 205 se fija prisión de seis meses a dos años para quien violase las medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la introducción o propagación de una epidemia.
En tanto, el 248, en tanto, reprime con hasta dos años al funcionario público que dictare resoluciones u órdenes contrarias a las constituciones o leyes nacionales o provinciales o ejecutare las órdenes o resoluciones de esta clase.
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LA CULPA DEL OTRO
La fiestagate, en las últimas horas tuvo un capítulo más, el propio Fernández culpando a su propia esposa: «Mi querida Fabiola convocó a un brindis, no debió haberse hecho y lo lamento”. Claro que una vez, tirado la piedra para minimizar los daños colaterales, el mandatario apuntó: «Lamento lo que ocurrió, no va a volver a ocurrir”.
Finalmente, luego de tirar la piedra de la «fiestagate» a Fabiola, posteriormente de lamentarse culminó con las siguientes excusas: “Yo les pedí a muchos argentinos que nos acompañaran a cuidarnos para preservar la salud de todos. No ocultamos nada. Pero esto lastimó a mucha gente”.
Terminó el capítulo mediático, corresponde a la justicia actuar.