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POR JUSTO DAGORRET / OPINIÓN / La democracia es considerada como una forma de gobierno conveniente para vivir en armonía. En una democracia ideal, la participación de la ciudadanía es el factor que materializa los cambios, por lo que es necesario que entre gobernantes y ciudadanos establezcan un diálogo para alcanzar objetivos comunes, reza el manual.
En Río Tercero, los partidos políticos, mucho de ellos, han quedado desactualizados con el paso del tiempo. La realidad indica que el radicalismo a gobernado a la ciudad en los últimos años sin una oposición lógica, coherente y constructiva.
Desde que asumió Marcos Ferrer como intendente, nadie -hasta ahora- logró ponerse el traje de opositor. Si bien es cierto, que esta gestión, pandemia de por medio, tiene un mayor consenso en la población, también es cierto que la ciudad necesita de propuestas superadoras. Además, de controles de los órganos del Estado y por supuesto: un Concejo Deliberante con mayor calidad institucional, no solo política sino profesional.
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En la línea de pensamiento de una democracia más participativa, hay que decir que los actores antagónicos al oficialismo, han perdido capital político.
Por empezar, Peirone, que durante décadas manifestaba el descontento por las formas de gobernar de los radicales y que finalmente fue seducido por Juntos por el Cambio, (donde la muestra más cabal es la foto entre Ferrer y Peirone) para participar de un mismo espacio. Es allí; donde se muestra ante la sociedad la debilidad de la oposición, por no haber construido una genuina alternativa.
También, desde el costado de contrapeso político, el justicialismo no logró ni por asomo mostrar una alternativa de poder en los últimos tres años. El último opositor a las políticas oficialistas municipales fue el empresario José María López en el 2019, logrando el tercer puesto en las elecciones municipales de ese año. Por esos tiempos, el electorado local, se dividió entre tres, donde Ferrer logró llegar a la intendencia.
En la actualidad, la irrupción de Nicolás Rodríguez como principal opositor a la gestión municipal, es un acto de defensa de la democracia. Y es allí, donde hay que ser hincapié, los gobiernos necesitan ser controlados y que actores políticos muestran alternativas en ideas y proyectos para la ciudad.
Finalmente, decir que los tiempos cambian y hay que hacer lugar a las nuevas generaciones, aunque cueste admitir el paso de tiempo.