Editorial: Petroquímica Río Tercero, entre el silencio cómplice y la traición anunciada


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POR JUSTO DAGORRET / OPINIÓN / DIRECTOR DEL OJOWEB.COM.AR
Una vez más, la historia se repite. En Río Tercero ya nos conocemos todos, y sabemos muy bien cómo se mueven las empresas cuando tienen la mira puesta en una sola cosa: la rentabilidad a costa de los trabajadores. Petroquímica Río Tercero lleva meses jugando al misterio. ¿Cierra o no cierra la planta? ¿Despiden o no despiden? La única certeza es que el vaciamiento es real y el silencio, ensordecedor.
Mientras tanto, los operarios viven en la incertidumbre total. No hay anuncios oficiales. No hay explicaciones claras. Pero sí hay movimientos. Y todos apuntan a lo mismo: achicar, limpiar, borrar a la gente, cerrar y vender.
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Porque eso es lo que se comenta por lo bajo y ya empieza a gritarse por lo alto: la planta podría ser vendida a la empresa TRANSCLOR, otra firma del rubro químico, que no se destaca precisamente por su compromiso social ni por su historial de preservar fuentes laborales. ¿Qué va a pasar con los trabajadores si eso se concreta? ¿Qué garantías tienen? Ninguna. Lo único concreto es que la empresa ya comenzó a desmantelar el equipo humano que sostuvo la planta durante años.
Esto no es nuevo. Es sistemático. Primero, te sacan gente “por goteo”, después alegan que “ya no es viable operar” y finalmente dan el golpe: cierre o venta. Y siempre los que pagan los platos rotos son los mismos: los trabajadores, sus familias y toda la comunidad de Río Tercero.
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Lo más grave es la complicidad de los que deberían estar defendiendo los intereses de la ciudad: los propios contribuyentes o el electorado local que apostó a un Gobierno Nacional que desmantela el entramado de la industria nacional y apuesta a una disminución del trabajo genuino. Son los mismos «ciegos y adoctrinados derechistas» que verán como una ciudad se perjudica por la pérdida de sus ingresos.
Finalmente decir, que Petroquímica Río Tercero no puede hacer lo que quiere. No puede jugar con el futuro de cientos de familias ni especular con la vida de una ciudad entera. Esta historia ya la vimos en otras industrias, y el final siempre es el mismo si no se reacciona a tiempo.
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Acá no se trata solo de una empresa. Se trata de un modelo que desprecia la producción nacional, el trabajo argentino y la dignidad del obrero. Si no se pone un freno ahora, lo que se va a cerrar no es solo una planta: se va a cerrar un capítulo entero de la historia industrial de Río Tercero.
Y eso no lo podemos permitir.
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