El impacto de los despidos en Petroquímica Río Tercero y el desafío de una respuesta compartida


NOTA DE OPINIÓN / Ricardo Carranza – Director General de Sinergia
La ciudad de Río Tercero cuenta con una población total de 53.166 habitantes, según el último Censo Nacional del año 2022. Dentro de esa población, la Población Económicamente Activa (PEA), es decir, el conjunto de personas en edad laboral es de 34.026 personas. El resto de la población, que no forma parte de la PEA, incluye a estudiantes, jubilados, personas con discapacidad sin búsqueda activa de empleo, y otros.
En este contexto, resulta especialmente significativo el impacto de los recientes despidos en la empresa Petroquímica Río Tercero. En octubre de 2024, la firma desvinculó a 125 trabajadores, de los cuales solo 23 fueron reincorporados. Luego, en julio de 2025, se produjeron otros 125 despidos, lo que arroja un total de 227 desvinculaciones netas en menos de un año.

Esta cifra implica un incremento directo del desempleo en la ciudad de aproximadamente el 0,72%, considerando una base de 31.338 personas ocupadas según la tasa de actividad local del 64%.
Pero el problema va mucho más allá de un dato estadístico. Cada puesto de trabajo perdido representa el ingreso principal —y muchas veces único— de una familia. La pérdida de esa fuente laboral desestabiliza economías domésticas, altera rutinas, frustra proyectos y multiplica la
incertidumbre.
A nivel social, estos impactos se traducen en mayor presión sobre la asistencia pública, un deterioro del ánimo colectivo y una contracción visible del consumo local. Desde una perspectiva económica, el golpe también es contundente. Los 227 despidos netos representan una pérdida estimada de más de 4.100 millones de pesos anuales en ingresos laborales que dejan de circular en la economía local.
Esa cifra equivale a una caída masiva del poder de compra que repercute directamente en comercios, prestadores de servicios, PyMEs y hasta en la recaudación del propio municipio.
En ciudades como Río Tercero, donde gran parte del entramado económico depende del salario como motor del consumo, estos eventos no solo afectan a quienes pierden el empleo, sino que arrastran tras de sí a toda la comunidad. Por eso, más que un conflicto sectorial, esto debe ser
entendido como una crisis de impacto sistémico que requiere atención y respuestas urgentes de todos los actores sociales.

Estimación del impacto indirecto: un efecto en cadena que se expande
Más allá de los 227 despidos directos registrados en la planta de Petroquímica Río Tercero S.A., el impacto real sobre el empleo local no termina en los portones de la fábrica.
Sectores como el industrial —y en par’cular la industria química pesada— presentan una fuerte interdependencia con una amplia red de actividades económicas locales. Cada puesto de trabajo formal sostiene, directa o indirectamente, múltiples otros empleos que dependen de su funcionamiento: transportistas, contratistas de mantenimiento, operarios tercerizados, proveedores de insumos, comercios de cercanía, servicios profesionales e incluso empleos administra’vos vinculados.

Para dimensionar ese efecto indirecto se utiliza una herramienta común en el análisis económico: el coeficiente multiplicador de empleo. En este informe se optó por aplicar un coeficiente de 1,5, lo que implica que por cada despido directo pueden verse comprometidos 1,5 empleos indirectos.
La elección de este valor no es arbitraria. Se trata de una estimación conservadora y prudente, basada en antecedentes académicos y técnicos. Diversos estudios del BID, la OIT, universidades nacionales y organismos internacionales ubican el rango de multiplicación del empleo industrial entre 1,4 y 2,2, dependiendo del tipo de industria, el tamaño de la empresa y el grado de articulación con proveedores locales.
En el caso de la industria química pesada, donde los procesos son intensivos en insumos, logística y servicios especializados, el multiplicador tiende a estar en el extremo superior de esa escala.


Sin embargo, para no sobredimensionar el impacto, se optó por mantenerlo en un valor intermedio-bajo. Aplicando ese coeficiente de 1,5 a los 227 despidos netos, se estima que podrían perderse o verse comprometidos 340 empleos indirectos adicionales.
De este modo, el impacto total del conflicto asciende a 567 puestos de trabajo afectados, lo que representa cerca del 1,81% del total de empleos estimados en Río Tercero, mientras que el impacto económico potencial es de más de 10.200 millones de pesos anuales. Estas cifras confirman que el conflicto no es solo una cuestión sindical o sectorial: se trata de un fenómeno con consecuencias transversales sobre el tejido económico y social de la ciudad.

Hacia una respuesta colectiva: propuestas para enfrentar la crisis del empleo
Frente a un impacto de esta magnitud, no alcanza con el diagnóstico. Es necesario activar una agenda de respuestas concretas que permitan amortiguar los efectos sociales y económicos del conflicto laboral en Petroquímica y abrir nuevas oportunidades para quienes hoy enfrentan la
incertidumbre.
La pérdida de más de 500 fuentes de trabajo en una ciudad de escala media como Río Tercero no puede ser abordada desde un único actor. Se trata de un desafío colectivo que interpela a todos los sectores: al Estado en sus distintos niveles, pero también a las cámaras empresariales, los sindicatos, las instituciones educa’vas, las coopera’vas, las organizaciones comunitarias y la ciudadanía en general.


Frente a este escenario, proponemos algunas líneas de acción prioritarias que podrían contribuir a construir una salida inclusiva y sostenible:
-Fortalecer la red de protección social y contención económica para las familias afectadas, garantizando el acceso a bienes básicos y evitando procesos de exclusión.
-Impulsar programas de formación, capacitación y reconversión laboral, orientados a generar nuevas competencias en sectores con potencial de crecimiento, como energías renovables, economía del conocimiento, servicios industriales, construcción y oficios especializados.
-Apoyar inicia’vas de emprendimiento y cooperativismo, brindando acompañamiento técnico, acceso a microcréditos y espacios de comercialización para proyectos liderados por trabajadores desvinculados.

-Establecer incentivos para empresas que generen empleo local, a través de políticas fiscales, subsidios a la contratación o líneas de financiamiento para PyMEs.
– Fomentar la articulación entre instituciones educa’vas, gremios y sectores productivos para construir un sistema de formación continua que responda a las demandas reales del mercado laboral local.
– Crear ámbitos de diálogo multisectorial donde actores públicos y privados puedan compartir información, coordinar esfuerzos y diseñar estrategias comunes de desarrollo económico y cohesión social.
Ninguna de estas medidas, por sí sola, resolverá el problema. Pero juntas pueden construir una hoja de ruta posible para salir de esta crisis. La historia de Río Tercero muestra que la ciudad ha sabido levantarse muchas veces. Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar esa capacidad de
organización, cooperación y visión compartida para enfrentar los desafíos del presente y construir un futuro más justo, resiliente y solidario.
Desde SINERGIA enviamos un cálido abrazo a las familias que están atravesando este difícil momento y a todos los demás trabajadores de la empresa que sufren de la incertidumbre por su fuente laboral.

