Un camino olvidado para Argentina

 

Por Gustavo Pretini / Nota de opinión.

En los últimos años, Argentina parece atrapada en un ciclo pendular: por un lado, un modelo de mercado que genera concentración de riqueza; por el otro, un estatismo que asfixia la iniciativa. Este vaivén ideológico ha empobrecido el debate público, reduciéndolo a eslóganes vacíos, mientras la vida digna se vuelve una utopía para millones de argentinos.

Sin embargo, las soluciones no son una novedad. La Iglesia Católica, a través de su Doctrina Social, trazó hace más de un siglo un camino equilibrado y profundamente humano. Documentos históricos como la Rerum Novarum de León XIII (1891), la Quadragesimo Anno de Pío XI (1931) y la Laborem Exercens de Juan Pablo II (1981) ofrecen una perspectiva social, política y económica que sitúa a la persona en el centro.

 

 

Rerum Novarum fue clara: la propiedad privada es un derecho, pero debe estar al servicio del bien común. El trabajo es una fuente de dignidad, no un simple contrato económico. Y el Estado debe intervenir para proteger a los más vulnerables, sin caer en un paternalismo asfixiante.

En un contexto de monopolios y totalitarismos, la Quadragesimo Anno reforzó estos principios e introdujo el concepto de justicia social.

Esta no se logra con dádivas estatales ni con una libertad de mercado sin controles, sino construyendo un orden donde todos tengan oportunidades reales, donde el capital y el trabajo cooperen y donde las comunidades intermedias, no solo el Estado, se organicen para el bien común.

 

 

Finalmente, la Laborem Exercens nos recordó que el trabajador es siempre más importante que la máquina, el capital o la tecnología. El trabajo es participación y realización, no mera supervivencia.

En la Argentina actual, ni el mercado ni el Estado han logrado garantizar estas condiciones. El debate está viciado por fanatismos ideológicos, mientras la pobreza estructural y la desesperanza se profundizan.

 

 

Rescatar los valores de estas encíclicas es urgente. Ello implica reconstruir una cultura de trabajo digno, promover la responsabilidad social empresaria, fortalecer a las asociaciones de la sociedad civil y exigir un Estado presente, pero con un rol subsidiario, que empodere a las personas y a las comunidades en lugar de reemplazarlas.

Argentina no necesita elegir entre un liberalismo desenfrenado o un populismo en decadencia. El camino que nos señalaron León XIII, Pío XI y Juan Pablo II no es ideológico; es un camino profundamente humano. Y, quizá, sea la única salida realista y justa para el desencanto de nuestro presente.

 

 

 

 

 

 

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