Violencia en Cerino: «Bautismo de fuego» que reabre el debate sobre la preparación de la Guardia Local

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Por la redacción.
A menos de un mes de su puesta en marcha, la Guardia Local de Río Tercero enfrentó esta mañana su prueba más dura. Lo que comenzó como un llamado de alerta por una riña en barrio Cerino terminó convirtiéndose en la primera señal de alarma roja para el nuevo esquema de seguridad municipal: un agente en el suelo recibiendo patadas en la cabeza y civiles heridos intentando defender a la autoridad.
El incidente, ocurrido al amanecer de este viernes en la intersección de José Ingenieros y O’Higgins, obliga a replantear la pregunta que muchos se hacían en voz baja desde el lanzamiento del cuerpo preventivo el pasado 31 de octubre: ¿Están realmente preparados y equipados nuestros agentes municipales para enfrentar la violencia urbana actual?
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Entre la disuasión y el peligro real
La teoría dice que la Guardia Local es un cuerpo de «proximidad» y «prevención». Su rol es disuadir. Sin embargo, la realidad de la calle no distingue jurisdicciones. Cuando el agente llegó al lugar, se encontró con una situación que escaló en segundos: personas alcoholizadas, violencia intrafamiliar y agresores fuera de sí.
El resultado fue contundente: el agente terminó reducido y golpeado. Si bien el chaleco antibalas amortiguó el daño físico, la imagen de un uniformado siendo atacado en el piso expone una vulnerabilidad táctica preocupante. El chaleco salvó su integridad, pero el protocolo no alcanzó para controlar la escena.
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Cuando el vecino tiene que defender al guardia
El aspecto más inquietante del episodio en Cerino no fue solo la agresión al agente, sino la intervención de terceros. Eugenia Gramajo, presidenta del barrio, y su esposo, Oscar Lobo, resultaron heridos al intentar frenar la golpiza contra el efectivo.

Esta dinámica invierte la lógica de la seguridad: en lugar de la fuerza pública protegiendo al vecino, fue la dirigente barrial quien debió exponer su físico para evitar que lincharan al uniformado hasta la llegada de la Policía de la Provincia. ¿Qué hubiera pasado si la Policía demoraba cinco minutos más?
Un llamado de atención
Nadie duda de la buena voluntad y la necesidad de sumar ojos en la calle. Pero el episodio de hoy marca un punto de inflexión. Enviar a agentes municipales —con poder de fuego nulo y herramientas de contención limitadas— a intervenir en riñas donde el consumo de alcohol y sustancias es el detonante, parece ser una apuesta de altísimo riesgo.
Las autoridades celebrarán que las heridas no fueron graves y que hubo detenidos, gracias al accionar policial posterior. Sin embargo, puertas adentro, el incidente de Cerino debe funcionar como un «bautismo de fuego» que obligue a revisar los protocolos de actuación.
La Guardia Local llegó para quedarse, pero la violencia en Río Tercero no da tregua ni tiempos de adaptación. Hoy, la suerte y un chaleco evitaron una tragedia mayor. La pregunta es si la próxima vez contaremos con la misma suerte o si, de una vez por todas, se definirá con claridad hasta dónde puede y debe intervenir un agente municipal.
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